3 - Emigración: ¿Solución, búsqueda o escape?

 
 

    Debo confesar que sinceramente di vueltas en mi cabeza, el modo de iniciar esta parte del libro. No por que me faltasen ideas o maneras de hacerlo. Por el contrario, son varias las formas cayendo en la duda de cual sería o resultaría la mejor. Opté naturalmente por una, y a partir de ahí, ir desgranando el tema, la problemática social que mucho nos duele. Por que evidentemente, estamos frente a un voluminoso problema.

    En las líneas precedentes dije que tenía “una duda”, y mientras lo escribía pensaba que quien emigra no le pasa por la cabeza el sentimiento de la duda, ya que se encuentra en un estadio en el cual la sobre vivencia es primordial, es esencial para proseguir existiendo, valga la redundancia. En algún momento se puede dudar de irse o quedarse. Pero cuando el agua llega al cuello... quizá no.

    Sin embargo, luego de hecho el paso mucho se duda, mucho se lamenta tratando de volver al punto de partida. Ahí si, se entra a dudar pues en la duda se carga todo el peso del haberse ido del país. Se trata de canalizar todo lo que se está pasando, y de hecho se coloca en la balanza. Pero ya es tarde, debido a que en el momento de la decisión, muchas cosas quedaron al margen. Se tuvo que vender la casa, el auto, o simplemente los muebles, pues muchos de nuestros emigrantes no tenían ni casa ni auto. Donde están, ¿lo tienen? Algunos si, otros no. Lo importante es llegar a fin de mes. ¿Llegan? Algunos si, otros no. Creen que donde van, hay seguridad para tener cierto “Status”. ¿Se logra? A veces si, otras no. Se sale del país con la esperanza depositada en esos horizontes que por ahí se dicen promisorios pero que, en realidad, son en muchos casos meras ilusiones creadas por quienes se han ido antes, y sienten el peso de la soledad y la añoranza. Hacen creer a amigos y familiares que todo está bien. Que en dos o tres meses se consigue lo que en nuestro país se tarda años, o no se consigue de plano. Pero, ¿allí, se consigue? Muchas veces si, pero pagando un alto precio; el del desarraigo y el desmembramiento socio – cultural dentro del cual, invariablemente, se encuentra el familiar.

    Voy a citar un caso, de los muchos que se expondrán aquí, especialmente dentro del capitulo “Hablan los Protagonistas”, que como queda de manifiesto, son el Alma Mater de este libro, de esta idea que no hubiera querido haberla pergeñado. Con este ejemplo había pensado iniciar este capitulo, pero lo hice del modo que se pudo apreciar. Hago aquí una aclaración que también efectuaré en su debido momento. No se darán los nombres verdaderos. Si el país donde se encuentran.

    Cristina y Mariano tienen dos hijos. Él trabaja en una sociedad médica de Montevideo. Posee oficina propia. Ella no trabaja. Se dedica a la crianza y educación de los niños. En Marzo del 2000, deciden irse a New Jersey impulsados por un amigo. Comienzan a trabajar. Se enfrascan en ello. La añoranza es mucha, me contaría meses más tarde Mariano. En el momento de partir, el llanto predominaba. Dejaba aquí a Cristina y a los chiquilines. A los pocos meses los llamaría, y se juntarían de nuevo los cuatro. Pero no sería lo mismo que en Uruguay. Los afectos inciden dentro del matrimonio. En Enero del 2002 conozco a Mariano a través del servicio que realizo desde el sitio de Internet redota.com destinado a los compatriotas que poseen familiares y/o amigos aquí. Entablamos cierta amistad. Hasta ese momento todo bien. Pasan los meses, siguen enviando mensajes tanto para la familia como para mí. Me empieza a contar que Cristina quiere el divorcio, que no aguanta más, que quiere volver. Ella deja de trabajar, y él lo hace en una tintorería con 40 grados de calor, según me cuenta un familiar. Cristina lo deja. Mariano tiene sobre si un enorme peso, que lo hace trastabillar emocionalmente, al punto que debe ser internado en una clínica. A los dos meses sale, y para subsistir reparte periódicos. Esto sucedió en Febrero del 2003. Luego perdí contacto.

    Lo narrado puede parecer un argumento de alguna novela. Pero no lo es lamentablemente. Muchas parejas con hijos se han ido fuera de frontera, y ahí sea el lugar que sea se descomponen, se desestructuran sin importar en lo más mínimo la esencia familiar. El desarraigo es total. Es fatal. A la pareja no le importa más nada. Pero no es culpa de ellos. Es culpa del entorno, de las presiones a que están sometidos, a la angustia que hace eclosión, y de manera casi inconsciente, se canaliza a través de la ruptura conyugal que, como en este caso y en otros, afecta evidentemente a los hijos.

    Tal como veremos, la mentalidad de quienes emigran se transforma, se hace especial por decirlo de alguna manera. La explicación resulta sencilla. Lo complejo es cuando ello se convierte en realidad, o mejor dicho, que es realidad. El ser humano, y todo ser viviente al fin de cuentas, cuando se le saca de su hábitat, tiende a interponer filtros de auto protección con el propósito de paliar en algo lo que le fue quitado, el hábitat propiamente dicho, el entorno, y todo lo que lo compone. Sin embargo, y tal como hemos observado, la presión se hace insostenible, y debe necesariamente que explotar. Lo hace generalmente por el lado de mayor vulnerabilidad, el cual es la pareja, la familia. Por que veamos: se emigra con un fin común y específico; el estar mejor, el brindar un mejor bienestar al núcleo familiar. Si ello fracasa, es que fracasó el ideólogo del objetivo, y este refleja en los demás componentes su angustia la cual estalla, y se hace notar a través del resquebrajamiento de la estructura. Es cuando se ingresa a la etapa de deterioro, que culmina con la ruptura de la pareja en el mejor de los casos. Evidentemente que no debo generalizar al respecto, ya que he conocido otro caso donde la pareja no llegó a ese extremo. Se pusieron a analizar pausadamente el momento, según me explicó Lorena quien reside con su marido en una localidad Española, y llegaron a comprender la situación.

    Es decir, no se trata de comprender o no comprender. Se trata de asumir un cambio profundo que promueve una concientización de lo que se ha hecho, que no es otra cosa más simple que cambiar de país, de entorno, de costumbres. ¿Dije simple? No, no lo es para nadie. El cambio como factor no lo tenemos ingresado. Bien se dice que somos animales de costumbre. Sin embargo, para quienes toman esa decisión no les queda otra que asumir e incluir dentro suyo el rol del cambio. Nuestra existencia está basada y pautada dentro de innumerables roles, y el emigrante al emprender la partida, debe poner (o lisamente lo pone) el rol critico del cambio.

    En la mente de quien emigra, yace el ansia por estar mejor desde el punto de vista económico. A tal efecto, se enfrasca en la lucha por el trabajo, con lo cual va perdiendo la idiosincrasia, la forma de ser tal como se era en Uruguay. Por tal motivo, y especialmente en Australia, Suecia, y en algunas zonas de España y Estados Unidos, se han creado y conformado clubes y centros sociales, donde se reúnen para compartir algún que otro Asado, o bien las Uruguayeces, con lo cual se aplaca de manera momentánea el dolor de estar, de sentirse lejos de la patria.

    Nos encontramos dentro de un círculo, ya que se pretende hacer todo lo posible para salir adelante, y a la vez caen los compatriotas en un estado que es una mezcla de depresión, hastío, y a la vez, de lograr esa meta, ese objetivo prefijado.

    Carlos partió de Tacuarembó rumbo a España. Aquí se dejó a su esposa e hija, una nena de 6 años. Casi todas las semanas les hablaba por teléfono, o bien enviaba algún mensaje a través de redota.com. Comúnmente le decía a la esposa que las extrañaba (a ella y a la nena) demasiado. La presión ejercida sobre él por su propio ser, resultaba desde  todo punto de vista tremenda. Luchaba por conseguir dos propósitos en uno: el bienestar económico, y lograr juntarse con sus dos seres más queridos. Pudo conseguirlo. Pero lo hizo, lo logró en el punto límite. Ahora los tres están juntos, llevando una vida mejor que aquí es cierto, pero donde el sacrificio es constante. Aquí la señora no trabajaba. Allí si. A la nena la pusieron en una escuela todo el día.

-         ¿Están contentos? – le pregunté en una oportunidad a Carlos –

-         Mirá, si te digo la verdad, ni nos damos cuenta. Nos pasamos el día trabajando. A la nena la vemos unas pocas horas. Prácticamente no tenemos comunicación con mi mujer. Que querés que te diga. Allá estabamos mal, pero acá no andamos mejor.

    Como todo en la vida, hay quien no tiene mayores problemas, y hay quien si. Naturalmente, no se puede generalizar. Sin embargo, en un 90 por ciento de los casos con los cuales he tomado contacto, está latente el cúmulo gigantesco de situaciones complejas. El lector notará una serie de contradicciones en lo que escribo, pero las mismas responden a la realidad por la cual atraviesan “nuestros emigrantes”.

    La contradicción está en el hecho de irse o quedarse. De regresar o no. De asumir el cambio a la nueva vida, o continuar como se está. Ello pone en jaque muchas veces al o a los protagonistas de este suceso, de este fenómeno social acuciante, que no solo afecta a la Clase Media, sino que, en un momento determinado también afectó a la denominada Clase Alta, como consecuencia directa de factores y componentes socio – políticos, de los cuales ahondaré en breve. En ese momento se puede decir, no asegurar ni generalizar, que el factor económico no tenía mayor peso ni significancia, a la hora de tomar la decisión de buscar un nuevo futuro.

    Se puede decir que quienes en los años 60 y 70 partieron de nuestro país, lo hicieron con otra mentalidad, con otro propósito que se ubicaba en salvar la integridad física, dados los acontecimientos por todos conocidos, y aunque se añoraba la tierra lejana, se mentalizó de otra manera. La represión política a la cual se sometió a buena parte de los uruguayos, llevó a cambiar las estructuras sociales, con una entrada en la desvalorización moral e incluso cultural. La represión condujo a esos parámetros costosos y gravitantes para nuestro país, para nuestra gente a quien se fue mentalizando de otra manera, comenzando a predominar una escala de valores muy bajos, tremendamente bajos que originaron y provocaron un profundo retroceso, que actualmente subyace en la mayoría de las capas socio – culturales.

    A la vez, se ingresó en la desmembración familiar y su desintegración masificada posteriormente por el factor económico. Este evidentemente más próximo en el tiempo. Pero no avanzaré tan rapido, pues resulta interesante observar esas décadas, las cuales marcaron de hecho, el comienzo vertiginoso de la emigración fuera de fronteras. Hasta entonces, y como producto de la denominada “centralización” focalizada principalmente en Montevideo, la cual aún subsiste con mayor acentuación, quienes habían nacido y criado en el Interior, debieron (y deben) trasladarse hacia Montevideo, como consecuencia de carecer de Universidades y otros centros terciarios.

    Se asistía pues a lo que se denominó “emigración interna”, cuyas repercusiones a nivel social eran menores, pero tanto desde la perspectiva familiar, como cultural tenían cierta semejanza. Si bien es cierto que se quedaban en el país, no se podía estar yendo y viniendo, aún cuando en términos generales los costos de los medios de locomoción eran más bajos que en la actualidad. Los jóvenes que venían a estudiar o a trabajar a Montevideo, se encontraban con un mundo nuevo, totalmente distinto al entorno en el cual se habían criado. Además, carecían del afecto y contención del entorno familiar y social. Se hallaban literalmente perdidos. Por ahí tenían la suerte de que otros emigrantes internos, como me permito llamarles, fuesen del mismo departamento, o bien de alguno próximo, conformandose de esa manera, una especie de unión.

    Existen similitudes muy claras con respecto al proceso emigratorio externo, más aún durante esas décadas: unión, respeto, solidaridad. Ello se daba de manera relevante, pues procedían de una misma secuela; el perseguimiento político. La unión y la solidaridad son parámetros necesarios de preservar ante una disyuntiva de estas características. Por lo general, el perseguido político, tiende a solidificar dentro de su entorno dichas características. Se crea una red dentro del contexto, con el propósito de brindar ayuda a los que se acercan. A los nuevos emigrantes.

    Tanto en uno como en otro caso, hay que tener en cuenta que resultaba casi necesario consolidar y llevar a la práctica esos tres parámetros, pues de ellos se dependía en buena medida el poder sobrevivir en ámbitos y entornos muy distintos a los originarios.

    Hasta ese momento, los uruguayos veían y apreciaban con ignorancia de lo que realmente es, como en otros países, y en el nuestro propio, se conformaron diásporas a causa de enfrentamientos políticos. Se veía como algo lejano, que nunca iba a suceder aquí. Claro, teníamos ejemplos propios como ser el éxodo del pueblo oriental, pero ello se enmarcaba dentro del contexto histórico. Más acá en el tiempo, algún que otro “exiliado”, como consecuencia del golpe de estado de Terra. Sin embargo, ello era mínimo frente a las conformaciones de refugiados políticos de otros países.

    Es obvio precisar que la diáspora Uruguaya, nace y se conforma a partir de la figura del refugiado político, quien surge en la escena nacional a causa de los sucesos y acontecimientos suscitados en nuestro país a partir de la segunda mitad de la década de los 60. Este, en una primera instancia toma como puntos de ida, Suecia, Australia, Venezuela, y ocasionalmente Estados Unidos. España, Italia y otros países Europeos ingresan más tarde en este esquema.

    En los primeros países citados, se brinda amplia acogida a los uruguayos, incluso Noruega se pliega al conjunto de países aludidos. Es importante señalar y recordar, que tanto Australia como Suecia, crearon verdaderos centros de contención, para cientos de compatriotas que ingresan a sus fronteras.

    Como dato estadístico, y sin apartarme del tema digo que, pese al enorme contingente que partió en esa época, recientemente se divulgó un dato por el cual se da cuenta que en el 2002 se fue igual porcentaje que en el periodo comprendido entre 1968 / 74 lo que demuestra a las claras el alto porcentaje actual, derivado en este contexto por el factor  económico. 

    De los países Latino Americanos a los cuales se dirigió el mayor porcentaje de compatriotas, fue Venezuela en donde se conformó una gran colonia, y por ende una red de ayuda sobre lo cual se ha expresado. Si bien se podría haber hecho lo mismo en Argentina o Brasil, dada la obvia cercanía de estos países, la estabilidad democrática no resultaba acorde. Por una parte, Brasil estaba viviendo desde hacía unos años en estado dictatorial, mientras que en Argentina se convivía dentro de un marco de fragilidad institucional, donde los golpes de estado eran constantes. Venezuela aparece como un país protector. Años más tarde, Canadá desempeñará ese rol, pero desde una perspectiva de índole diplomática, a través de la cual se ponen en práctica planes de ayuda al refugiado político.

    Venezuela entonces hace dentro de nuestra América, no solo de país protector, sino también donde los uruguayos sientan bases de crecimiento y seguridad laboral y económica. Hay que recordar que en esos años era un país próspero, con una economía pujante en todos los sentidos.

    Acudíamos pues, al surgimiento de la emigración en masa de uruguayos, lo cual se acentuaría con el devenir de los años, y los diferentes eslabones que la componen. Se comienza también a resquebrajarse la estructura socio – cultural. Son varios los artistas y cantores que deben emigrar, llevándose en ellos, una buena cuota de identidad, que es implantada dentro de los grupos y núcleos residentes en otras latitudes. Pese a la cantidad de compatriotas que emigraban en esa época, muchos de nosotros no nos dábamos cuenta, primero, por que la sociedad estaba fragmentada en tipologías de origen político, y si no estabamos dentro de ese segmento, poco o nada nos importaba. El problema no era para todos. Segundo, nos dimos (y damos) mayor cuenta ahora, cuando el tema pasa por lo económico, y ello se generaliza abruptamente debido a que subyace dentro de nuestra esfera, de nuestra propia capa social.

    Anteriormente se había dicho que en esos años también emigraban personas de la Clase Alta, obedeciendo esto a que, muchos jóvenes pertenecientes ya fuesen a los Tupamaros, como al Partido Comunista y sus ramificaciones, provenían de ese estrato social. Cuantos Médicos, Abogados, Ingenieros y Estudiantes pertenecientes a dicha clase social, e insertos dentro de esos cuadros políticos o ideológicos tuvieron que emigrar. Así se puede apreciar a nivel sociológico, que el emigrante con origen político, o mejor dicho, producido a partir de la esquematización de perseguido político, puede ser tanto de Clase Media como de Alta, mientras que el emigrante producido desde el esquema económico, es básicamente de Clase Media.

    En 1973 y tras el golpe de estado, se ahonda el flujo migratorio de manera especial hacia los países antes citados, y se consolidan diversas vías de desculturización a nivel interno. Se traslada ese bagaje cultural hacia los diferentes grupos y núcleos emigratorios a través de exponentes culturales. El otrora elenco del Teatro El Galpón, se “instala” en México, desde donde conforma su base, realizando y llevando a cabo diversas giras por países en los cuales de manera obvia existen colonias de uruguayos. Cantantes como José Carbajal, Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Los Olimareños y otros, al ser expulsados del país inician su deambular por diversos países, llevando a los cientos de uruguayos un poco del paísito añorado.

     En definitiva, se forma y conforma un Uruguay paralelo. Les llegan informaciones sobre la situación. Se logra mayoritariamente insertarse en las sociedades. Dada precisamente la situación por la que atraviesa el país, se otorgan por decirlo de alguna forma diversas facilidades. No existe el problema de “tener o no papeles”. Pero claro, la época era otra. Los motivos eran otros. Sin embargo, el sentimiento es el mismo que ahora. En ese Uruguay paralelo se sentía la nostalgia por todo lo dejado. Se llora. Se ríe. Se crece esperando (como ahora) el momento de volver. Un sueño que se cree por una parte lejano, pero por otra no, debido a la intensa lucha que se realiza a todo nivel, y que no se expondrá aquí. Lo que pretendo es describir esa situación que, como dije, fue el primer movimiento migratorio, con el cual se hizo eclosión ese fenómeno que se veía lejano.

    El proceso migratorio no se detiene. Avanza. Y en ese avance va destruyendo, desestructurando sistemáticamente, las bases en las cuales (o sobre las cuales) se edificó la sociedad que ahora se va de manera paulatina desmembrándose. Los consecutivos motivos y factores no dan tregua, y los más perjudicados son los núcleos familiares que ven alejarse de su entorno a sus componentes.

    Es evidente a esta altura, indicar que el factor económico es el que mayor perjuicio está causando en este nivel, ya que reinstaurada la democracia muchos se volvieron atraídos de manera natural por esa ansia del retorno. De ver a familiares y amigos. De escuchar, de sentir el modo de hablar, de pensar, de reír, de soñar. Supuestamente estaban dadas las condiciones. Pero no. No resultó así. Muchos de los que regresaron, al poco tiempo se tuvieron que ir. Tuvieron que reiniciar la odisea del peregrinaje. De tragarse las lágrimas en el momento de partir. La falta de verdaderas y reales fuentes de trabajo, un modelo económico por el cual sucumbieron las industrias, el sector manufacturero, el comercio en general, es el argumento real, lamentable, que da espacio y origen a esta nueva oleada migratoria que se despide en el Aeropuerto de su tierra y todo lo que en ella deja, hasta quien sabe cuando. Diariamente los Uruguayos se van, dejando tras de si muchas cosas. Ahora los destinos son otros; España, Italia, Alemania, Estados Unidos. Pero como bien sabemos, los dos primeros países citados son los preferidos, debido al idioma y a la vinculación sanguínea.

    No es novedad alguna plantear el tema (y problema) que representa tener papeles. Ingresar en forma legal, razón por la cual también se eligen a estos dos países, debido a las leyes homologadas al respecto allí en materia de extranjería, donde oportunamente se dijo que; “Todo hijo o nieto puede tener la ciudadanía” con lo cual se abrió una inmensa puerta de oportunidades laborales. Pero, ¿es realmente así? ¿Hay trabajo para todos? Los que se han ido en años anteriores, pudieron lograr un confort adecuado. Sin embargo, quienes lo hicieron en los últimos cinco o seis años, trastabillan en la cuerda floja como el mejor. Sé que lo dicho es poco académico, pero así es.

    Se ven inmersos en esa presión a que hice referencia, y asimismo, a un continuo estado de estrés y ansiedad, pensando en la posibilidad de caer en manos de la Policía, y posteriormente de las autoridades migratorias. Pero no solo pasa por ahí, sino que, sin papeles, sin legalidad se les paga menos, y son victimas de redes que se dedican a su explotación. De ello se habla poco o nada. Y cuando se hace se debe a que alguien logra hacerlo. Esas redes están compuestas por importantes figuras del establishiment, o sus cabezas son protegidos por estos. Indudablemente que en ellas no solo Uruguayos caen. Hay de todas procedencias, y muy posiblemente un bajo porcentaje sean uruguayos precisamente.

    Estas redes (o su conformación original) comenzaron de un modo poco ortodoxo, en realidad el actual tampoco lo es, como lo fue el “Negocio de Tratas de Blancas”. Quien no recuerda hechos como el siguiente: al inicio de la ola migratoria, se podrían leer en los Diarios: “Se necesitan muchachas jóvenes para tareas de limpieza en un hotel importante de tal o cual isla o localidad europea. Todos los gastos pagos. Presentarse en...” Las chicas iban y caían en la trampa. Si, era cierto, todos los gastos estaban sobradamente pagados. Con el devenir del tiempo, estas organizaciones se transformaron, se mutaron en parte, produciéndose (si cabe el término) en lo que hoy son, redes dedicadas a la explotación de ciudadanos indocumentados, los cuales no ven otra salida.

    Tal como expresé, los emigrantes se encuentran en una suerte de acorralamiento, ya que, por un lado, se tienen que cuidar de las autoridades emigratorias en caso de no estar legales obviamente, y por otro de estas redes u organizaciones que se encuentran al acecho. Aunque suene alarmista así es, desde una óptica realista y contundente, que se consustancia con el momento actual. Los gobiernos Europeos (Estados Unidos ya había creado y hasta modificado su propia ley con diferentes ramificaciones) tuvieron la necesidad de crear y conformar nuevas leyes de extranjería, debido al fuerte contingente de emigrantes Latino Americanos y de Europa Oriental, quienes persiguen como meta, un nuevo porvenir que, supuestamente, les redundará en mejorar el estatus de vida. Es obvio decir que si en los países generadores de emigrantes actuales, se tuviesen los medios económicos suficientes y aceptables, las oleadas no se producirían ni generarían efectos distorsionantes dentro de las sociedades en su conjunto.

    Es cierto que cuando vinieron nuestros padres y abuelos, aquí se les acogió debidamente en todos los aspectos. Sin embargo, tenían que ingresar al país con documentos que acreditasen tener contrato de trabajo. Muchos ingresaban ilegales desde Brasil. Esto sucedía en el siglo 20. Todo ello nos brinda y conduce hacia la siguiente conclusión: nunca se respetó el tratado promulgado en 1863 en donde se estipuló el libre transito entre países de forma reciproca. Se dejó como algo formativo pero no ejecutante. Dicho tratado se denomina “Tratado de Reconocimiento, Paz y Amistad de 1863”.

    Graciela Vera, periodista independiente, brinda desde el boletín electrónico “Informe Uruguay”, Nº 68 del 5 de Marzo de 2004, una información referente a dicho tratado en el marco de la expulsión de emigrantes Latino Americanos en España, trazando al respecto un análisis y su punto de vista. He creído oportuno insertar aquí, parte de esa información. En primer lugar, veamos lo que expresa en su parte medular dicho tratado:

           ‘los súbditos de uno y otro país podrá ejercer libremente sus oficios              y  profesiones en territorio del otro con arreglo a las leyes del país de establecimiento y en los mismos términos que a dichos efectos tuvieran los súbitos de la nación más favorecida’.

    Sin embargo y en esencia, esto no se cumple por múltiples motivos. Vemos entonces el contexto analítico que realiza Graciela Vera, con respecto al tratado y su aplicación, lo cual, reitero, no se cumple ya que dentro de esos motivos, existe lo meramente económico. Señala la periodista que;

       “La situación económica que obliga a muchos miles de americanos a emigrar desde sus países de origen buscando trabajo en los europeos, especialmente y por lazos de identidad y lengua común, en España; y la integración de ésta en la Comunidad Europea que a su vez tiene rígidos criterios sobre la inmigración a seguir los cuales se han comprometido los Estados miembros, han dado lugar a una crisis que tiene su punto más álgido en el texto de la Ley de Extranjería.

    La puerta que ésta ha cerrado se ha intentado, con mayor o menor acierto, abrirla a partir de los Tratados firmados entre los distintos países y España. Este es el caso concreto de Uruguay con los Tratados de 1.870 y el de 1992 y cuando la demanda se ha interpuesto por vía judicial la Justicia ha fallado a favor.

    A pesar de que en el artículo 96.1 de la Constitución Española se lee que “Los Tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno...”

    Ante esto, se formula (y de hecho las traslada) dos preguntas puntuales, reflexivas frente al tema en cuestión:

 

    ¿No se estará tensando demasiado la cuerda?

 

    ¿Tenemos fuerza suficiente los uruguayos para evitar que España dé por resueltos y por lo tanto queden sin efecto los nuestros?

 

    Observando la cuestión, se llega definitivamente a la conclusión de que, la no ejecución o puesta en practica del tratado aludido, obedece a un tenor cuantitavo de poner literalmente, barreras de contención frente a la oleada migratoria que debe enfrentar en este caso particularmente España, pero que indudablemente se traslada a otros países.

    Con lo expuesto se debe enfrentar quien decide emigrar. Más adelante, transcribiré una reflexión con ribetes analíticos, realizada por uno de los tantos compatriotas que conforma nuestra diáspora, el cual brindará su visión al respecto.

    “No es oro todo lo que brilla” dice un refrán certero. En el caso del emigrante, de ese ser que busca un futuro mejor para él y su familia, se deja influenciar por otros que ya lo han hecho. La angustia, la impotencia de conseguir aquí ese bienestar, le hacen caer en una especie de ceguera, y que cuando ve la realidad ya es tarde. Vendió lo que tenía. Le resulta casi imposible regresar, y enfrentar una situación por demás caótica; la que está inmerso nuestro país en el orden económico.

    Diferente fue cuando el factor migratorio estuvo basado en el orden político. Tras la apertura democrática, se abría de hecho la posibilidad de volver, de regresar, de reunirse nuevamente con los afectos, de ver esos lugares entrañables. Todo era diferente. Actualmente no se vislumbra ninguna apertura en el orden económico, que hiciera el mismo efecto en un eventual proceso de retorno. Por el contrario.

    El país, la actividad comercial, industrial, productiva en general, se encuentra estancada, paralizada por un modelo económico mal practicado. No existen por lo tanto, fuentes de trabajo que lograra absorber mano de obra desocupada, siendo esta quienes se han ido. Según información recogida, recién la situación cambiaría en el año 2030, y no se trata de meros augurios futuristas. El proceso de recuperación económica de un país que como el nuestro, vio derrumbar el equilibrio económico que lo llegó a ubicar en un puesto privilegiado, comparándolo en tal sentido con Suiza, resulta a todas luces complejo y poco probable de llevarse a cabo. Con ello no pretendo ser pesimista, sino situarme en un punto realista.

    La complejidad esta dada desde el momento en que se situó al país en un punto de declive constante. Falta de voluntad de los gobernantes, y de las fuerzas políticas en su conjunto, quienes en vez de incentivar a las fuerzas productivas a través de mecanismos de rebaja tributaria en todos los órdenes, creando y fomentando de hecho nuevos frentes de trabajo, nuevas perspectivas de esas características, hacen todo lo opuesto. Crean mayores cargas impositivas, tributarias, etc.

    En ese marco (como todos sabemos) las empresas cierran, dejando en la calle a decenas de personas. El poder adquisitivo decrece de manera constante y alarmante, conformándose un círculo en el cual todos quedamos insertos. Menor poder adquisitivo, menor crecimiento productivo. Menor conformación productiva, mayor desempleo. Y dentro de estas formulas, cabe una más. Mayor desempleo, mayor emigración.

    Atacando y desarticulando las medidas económicas que conforma este modelo, se estaría no solo saliendo de la crisis, sino subsanando la problemática migratoria en su más amplio espectro. Se revertiría en buen sentido la baja natalidad, pasando de un país de viejos a lo opuesto. El emigrante tendría esperanza profunda de regresar, ya que sabría que su inserción en el mercado laboral sería inmediata, pues se crearía un panorama de múltiples oportunidades. Se revertiría el esquema formulado líneas arriba.

    Muchas fábricas y empresas han cerrado. Ya lo he dicho. Pero lo reitero para plantear un caso concreto. Cuando cerró Alpargatas S. A.  Un gran número de personas tras pasar al seguro de paro, quedaron fuera del mercado laboral. Algunos pudieron encontrar algo. Otros tuvieron que tomar la decisión de irse. Gustavo fue uno de ellos. Con 36 años, la esposa y tres chiquilines, emigró hacia Italia ya que su padre era de allí, y él obtuvo por esa vía la nacionalidad. Tenían algo a favor, ingresar de forma documentada. Pero ello no constituye la salvación completa. Tardó cuatro meses en conseguir trabajo, y lo hizo como ayudante en un taller mecánico. El sueldo comparativamente era bueno. Sin embargo, en ese periodo de tiempo, él y su familia tuvieron que transitar a través de un sendero en donde se plantearon varios riesgos. Uno de ellos pasaba por la desintegración del grupo familiar. Crisis atribuible a la presión descripta en anteriores paginas, y que hace su eclosión en el seno matrimonial, con graves perjuicios y repercusiones para todos los componentes. Se transita a través del borde abismal, de ese abismo emocional al cual se llega sin demasiado esfuerzo, ya que precisamente, el estado de presión conlleva a generar dicha situación. La angustia, el desasosiego, la ansiedad por encontrar pronto un trabajo que no llega, se transforma en irritabilidad que es trasmitida a la pareja y demás componentes.

    La situación de Gustavo se circunscribía a esos parámetros. Tenían algo a favor; la ciudadanía. Actualmente demora dos años en ser otorgada. Cuando ellos decidieron irse (mediados del 2000) se podía tramitar con mayor rapidez. Pese a poseerla, no fue fácil. Nunca lo es, más allá de que en los informes recopilados se aprecie que si. Varios anuncios había puesto. Raquel, su esposa no lo podía ayudar en este aspecto, debido a que tenía que atender a los chiquilines. Cada día era un calvario cuando Gustavo regresaba al apartamento en mal estado que pudieron alquilar por poco dinero. Vivían gracias a lo que habían recaudado tras el despido y la venta de la casa.

    Lo primero que le preguntaban era si tenía papeles. Si había ingresado de manera legal. Primero, porque los empleadores tienen temor a las autoridades, y segundo, lo hacen con el objetivo de pagar menos sueldo, y no ingresarlos a la Seguridad Social. Muchas veces esto lleva a crear un mercado laboral paralelo, conformado dentro del contexto no legal, mercado negro. Para Gustavo afortunadamente ello no ocurrió. El taller mecánico era (o es) de un amigo de otro compatriota residente allí desde hacía algunos años. Entró a jugar el rol de la solidaridad. La red solidaria hizo nuevamente su aparición. Pero naturalmente, no siempre ocurre así. Gustavo tuvo suerte, si así se le puede llamar al hecho de tener que irse del país, y encontrar en otro lo que en el nuestro no pudo conseguir, o mejor dicho, se lo sacaron; el derecho al trabajo. Un derecho que está estrechamente ligado con poder vivir decorosamente, y sin sobre saltos.

    Una gran mayoría de compatriotas que emigran, están altamente capacitados en diversas áreas. Ello es producto de un buen nivel de enseñanza impartida tanto en Primaría, Secundaría, y en enseñanza Universitaria. De ahí podemos apreciar la aceptación que estos obtienen en las diferentes sociedades que ingresan. Si bien en la mayoría de los casos, deben ir escalando desde abajo, la culturización efectúa un buen desempeño de carta de presentación, con lo cual se hace más flexible el camino encarado hacia nuevas oportunidades de trabajo. Entre los numerosos casos que he podido recopilar, queda fehacientemente comprobado ello, dando por tierra contornos de aspectos diametralmente opuestos a esto. Acerca de ello, y de forma más profunda si se quiere, se desarrolla la última parte del artículo del diario El Observador, el cual dice:

        “Los flujos de emigración son varios. Una parte importante  corresponde a inmigrantes "exitosos", que años después de inmigrados retornan a sus países de origen. Otro sector corresponde a  corrientes poblacionales que "circulan" entre los países de la  región, operando en mercados laborales de alguna manera supranacional.

    En el pasado fueron particularmente importantes las emigraciones de carácter político, que aparecen ya en el siglo XIX y se reiteran, en  forma muy diferente, en los años 1970 y 1980.

    En los últimos treinta años aparecen movimientos migratorios de tipo ocupacional, explicados por los desequilibrios entre los mercados de  empleo locales y las oportunidades imaginadas a nivel internacional.

    Aun cuando los movimientos migratorios se han atenuado  significativamente en los últimos diez años, es más razonable pensar que la migración de uruguayos responde a un motivo relativamente estructural.

    Las causas del fenómeno son bastante claras. Descartadas las  migraciones de tipo político, que existen en todo el mundo y se  acentúan cuando los sistemas políticos vigentes se apartan de la  convivencia democrática, los movimientos migratorios registran  causas muy sencillas.

    Los principales "factores expulsores" son el descenso en la  expectativa de ingresos y el aumento en la tasa de desempleo. Por  supuesto, la emigración de uruguayos tiende a crecer hacia destinos  en los que operan efectivamente los considerados "factores de  atracción", principalmente la existencia de amigos o familiares que  previamente han emigrado con éxito o la mayor expectativa de  ingresos en el lugar de destino.

    De hecho, todos los estudios muestran que la emigración de uruguayos  es básicamente "exitosa", en el sentido de que los emigrantes logran  sus objetivos, mejorando de manera significativa sus condiciones de  vida en su nuevo país de adopción. Dotados de una buena educación secundaria básica, esencialmente polivalente, y escasas condiciones de discriminación racial, los uruguayos tienden a insertarse con  facilidad en las sociedades receptoras. “

    Esas sociedades receptoras – acoto por mi parte – crean y conforman cierto nivel de adaptación inexistente muchas veces como se ha dicho. El nivel de discriminación si bien resulta mínimo, en algunos casos aparece de forma xenofobica en diferentes estratos sociales. La xenofobia hace su aparición durante la primera parte del proceso migratorio, como forma de protección ante la oleada migratoria. Como se recordará esta era ejercida y practicada por grupos de raíz nacionalista que se oponían al ingreso de extranjeros. Principalmente se ejercía en Alemania, Inglaterra, y ciertas zonas de España. Con el devenir del tiempo, y de ciertas medidas articulares, la xenofobia quedó relegada a un plano inferior, sin desaparecer completamente. Constante y oportunamente sentíamos en diversos medios de prensa, que en tal o cual país fue agredido algún emigrante por grupos de extrema derecha, vinculados al nacionalismo. Dichos grupos estaban compuestos por jóvenes preferentemente, procedentes en su gran mayoría de estratos sociales altos. Asumían el rol de vigilantes, por decirlo de alguna forma, de la sociedad donde habitaban y ejercían esa presión.

    Actualmente la situación ha cambiado, si bien como dije, aún se nota cierto resabio de parte de un minúsculo núcleo de esas sociedades. Hoy en día el tema pasa por otros escenarios. Nos situamos nuevamente en el año 2000. ¿Por qué? Quizás la respuesta sea sencilla. Sin embargo, en el fondo se aprecia un motivo político – económico. Si bien el factor del exilio por ese motivo ya no constituía un componente primordial, se asistió de alguna manera a la conjunción de ambos. En Noviembre de 1999 se celebran elecciones presidenciales. La gran mayoría cree que triunfa el EP-FA, y con él ingresarían una serie de transformaciones en el orden económico, lo cual redundaría a nivel social. Se piensa que dicha fuerza política traería consigo medidas a través de las cuales, se reactivarían fuentes de trabajo sumergidas, y a la vez, se crearían nuevas. Pero en las urnas el resultado no se concretó. Es así que el proceso migratorio se acentúa, llegando a niveles nunca conocidos en nuestro país. Largas colas se forman en los Consulados de España e Italia (quienes tienen descendencia) a fin de arreglar el Pasaporte y la ciudadanía. Otros hacen lo propio, pero en Identificación Civil. La asunción al poder por tercera vez desde la reínstauración democrática del Partido Colorado, trajo consigo no solo decepción en filas partidarias, sino también un fuerte repunte del proceso migratorio.

    A partir de ese momento, se ejerce sobre los jóvenes (y no tan jóvenes) la necesidad de emigrar. Si bien la Dra. Adela Pelegrino, demógrafa historiadora expresa que no hay una cuantificación cierta del porcentaje de Uruguayos que se han ido, se manejan varias cifras, siendo la más confiable de 450.000 Uruguayos dentro del periodo 2000 / 2003. Una cifra alta y alarmante, tomando como base datos del último censo que nos situaba en los tres millones de habitantes. Ello redunda en el área de la natalidad, donde la misma se reduce sustantivamente. Ya de por si, y a nivel histórico, nuestro país siempre mantuvo un bajo crecimiento demográfico, como consecuencia directa de la baja natalidad, con el perjuicio que esto ocasiona. Dentro de ese marco contextual, nos encontramos que tras el flujo migratorio, se pierde un importante componente de este aspecto; los jóvenes y las personas en edad productiva desde el punto de vista sexual. De esta forma, Uruguay a un ritmo veloz se convirtió en un país mayormente de viejos, de gente adulta (como se puede apreciar en el informe de la O.P.S. inserto paginas atrás) que no puede revertir dicha situación. Ya se ha remarcado; dentro de este proceso migratorio, existe una serie de parámetros sociales que tambalean de manera profusa, provocando de hecho, una situación cercana al caos desde la perspectiva socio – económica – cultural.

    Dicho caos no se encuentra dentro de la valoración que el término contiene, ya que en este caso no hay situaciones violentas. El caos está en el aspecto provocativo, que conduce al borde sistemático del abismo social. La sociedad en su conjunto se encuentra en un caos interno, producto de la situación económica que arrastra diversos componentes, que desquebrajan el orden en si mismo, y todas las estructuras sociales propiamente dichas.

    Uno de dichos componentes, es el relacionado con la fragmentación familiar, que se ve de ese modo tras el alejamiento de algún (o algunos) miembro familiar seriamente alterado, ya que se llega a un estado de perturbación centralizado. A nivel interno surge como consecuencia una situación caótica, donde aparecen estadios de angustia constante. Se vive una sintomatología similar a la causada frente a la muerte, aunque en este caso se atenúa. Es perder a alguien, pero se tiene conciencia de que no es lo mismo. La distancia actúa de vínculo para que ello suceda.

    Asimismo, la fragmentación familiar (y por consiguiente el caos) puede ser asimilada, debido a la generalización que obra en el entorno temático. Se sabe que, lamentablemente, en algún momento ello sucederá dadas las circunstancias de incertidumbre económica. Se asimila cuando se logra hacerlo, pensando que será provechoso para quien se va. Sin embargo, en el subconsciente continua trabajando la angustia.

    Todos los procesos migratorios resultan seriamente traumáticos y traumatizantes, tanto a nivel personal, familiar como social. La familia constituye la base de la sociedad. En ella se edificaron las estructuras con las cuales se han ido forjando y consolidando las diferentes sociedades. La nuestra no es la excepción. Ahora bien, si se ingresa en un proceso de desmembración familiar, tal como acontece en la actualidad, el conjunto social lo siente entrando a perder valores, produciéndose de igual manera una desmembración, pero desde el punto social. El trauma que una familia vive puede, a simple vista, parecer mínimo. Sin embargo, va originando una corrosión en los estratos sociales. Si en diez, veinte, treinta o cuarenta hallamos el mismo trauma, el efecto resulta multiplicador, y la corrosión va tomando poder hasta instalarse por completo, dejando aislado el concepto básico.

    En el orden personal, el trauma del alejamiento se vive y asimila de otra manera. Al estar o sentirse solo, ello se acrecienta de forma estresante a tal grado que suele crearse una especie de presión, acerca de lo cual ya se expuso en este libro. Sin embargo, diré que el encontrarse fuera del entorno familiar y extra familiar, se trata de encontrar vínculos que lleguen a paliar esta situación. Es interesante apreciar el comportamiento del individuo sometido a esta situación. Algunos compatriotas me contaron que estuvieron a punto de regresar, porque la añoranza es muy grande. Se frenaron debido a que sus padres fueron a vivir con ellos, o al menos en el mismo lugar.

    En el transcurso del proceso de adaptación, se adquiere algo de indudable importancia como lo es el valor. Dentro de ese marco contextual, encontramos el valor al cambio, al alejamiento, a buscar nuevos horizontes. Valor a luchar, a no cejar en el intento, a lograr en definitiva lo que se ha intentado hacer aquí sin resultados positivos, concretándose fuera de fronteras. Allí donde se esté. El ser humano contiene dentro de su estructura, ciertos componentes o mecanismos que le ayudan en el sentido Psicológico, a defenderse y adaptarse a nuevas exigencias, nuevos entornos.

    El proceso de adaptación requiere además, el saber tener paciencia, voluntad y empeño. Sin dichos componentes resultará todo neutro. Está en uno mismo ponerles en práctica. Me apresuro a aclarar que, lógicamente, no es mi objetivo dar consejos. Simplemente se trata de observar bajo ese ángulo el comportamiento de quienes deben irse. Ahora bien, la adaptación a un nuevo entorno social, resulta altamente traúmatizante como consecuencia directa de que este difiere mucho con el que se dejó.

    El individuo produjo y originó dentro de él una profunda transformación tras el cambio operado. Ello repercutió de manera contundente en su núcleo familiar, el que debe indefectiblemente adaptarse. Pero, ¿se puede? ¿Se logra consustanciar el cambio? ¿Adaptarse a estar lejos? Todo se puede, pero también todo resulta difícil. Los uruguayos somos reacios a los cambios. Y así como nos cuesta efectuarlos, de igual manera nos resulta muy difícil llevar adelante el proceso de adaptación, pese a que se va hacia sociedades similares. De hecho esas sociedades fueron en su momento las fundadoras de la nuestra. Sin embargo, a lo largo de los años hemos ido conformando nuestra propia idiosincrasia, a tal grado que lo sentimos incluso frente a los argentinos, a quienes consideramos nuestros hermanos por el mismo contexto socio – cultural.

    El difícil arte de adaptación, hace que quienes están en otros países se sumerjan en estados depresivos, angustiantes, sobre los cuales ya hablé. Entonces nos asalta una pregunta: que será mejor, ¿el remedio o la enfermedad?

    Lamentablemente tenemos frente a nosotros una realidad que conmueve al menos al ciudadano común; ver como diariamente parten decenas de compatriotas, entre ellos algunos amigos, en busca de un futuro mejor. Tal como he dicho, desde el año 2000 ello es una constante. El flujo migratorio aumenta consecuentemente con el aumento del desempleo, con la falta de oportunidades. En una sociedad empequeñecida desde el punto de vista económico, se debe emigrar cual las cigüeñas lo hacen en Invierno, con la diferencia de que estas regresan al lugar de origen en Verano, mientras que nuestros emigrantes deben atravesar por diversas vicisitudes, sin tener un “Verano” cercano con el cual abrigar la esperanza del retorno, y a la vez, de poder insertarse en el mercado laboral.

    Desde la fecha citada, y aún con anterioridad, en las reuniones familiares y de amigos, la conversación giraba (y gira) en torno a un tema; el poder irse por que “Esto no da para más.” La conflictiva situación económica por la cual atraviesa el país, hace inexorablemente que ello se plantee, concretándose en la mayoría de los casos en el hecho propiamente dicho.

    Es cierto que muchas veces se duda, planteándose serias discusiones no solo a nivel familiar, sino individual. Se entra a dudar. Se ingresa a analizar el factor cambio, dando comienzo a todo ese proceso ya descripto, y que resulta innecesario reiterar desde el análisis.

    Veamos en este aspecto lo que le sucedió a Martín, un joven de 28 años quien en el 2001 tuvo que irse hacia España, ya que aquí había estudiado en la UTU el oficio de Carpintero. Trabajaba en una fábrica de muebles, y por su cuenta realizaba “Changas”. Estas le reportaban cierta cantidad de dinero nada despreciable. En el año 1999 la fábrica cerró, y él se tenía que manejar desde el punto de vista económico con las Changas. Pero estas empezaron a menguar. Martín había adquirido tras su graduación en la UTU algunas maquinas. Ello lo hizo a través del sueldo en la fábrica, y lo que ganaba por su cuenta. Al apreciar el rápido deterioro económico en el cual se estaba sumergiendo al país, y ver que su trabajo no le rendía como antes, empezó a balancear las perspectivas que se le presentaban aquí (nada halagüeñas) y la posibilidad de irse a España, más concretamente a Islas Canarias donde tiene unos tíos de parte de madre. Aquí justamente dejaría a esta, quien hacía poco había enviudado. Durante buena parte del 2000, se encontró sumergido en la duda. Se le presentaban elementos para ello.

    “¿Qué sería de mi madre? ¿Qué oportunidades ciertas tendría? ¿Me podré adaptar?” eran las constantes preguntas que se hacia. La duda estaba dentro suyo, ejerciendo de manera evidente presión sobre él. Pero la realidad pudo más, y un día del 2001 partió pasando a engrosar el número de compatriotas dispersos por el mundo.

    Se presenta como hemos visto, y como veremos, diversas sintomatologías dentro del contexto migratorio, producidas y reflejadas tanto a nivel individual como familiar; duda, adaptación, estrés, etc. Todo ello surge en algún momento, no importa cuando. Miedo al cambio, tensión, presión ejercida por factores externos, consecuentes al cambio de entorno. Pero también coexiste otro  micro mundo basado en quienes nos hemos quedado, quizá por ese miedo al cambio, quizás para seguir luchando a nuestra manera, o quizás simplemente por que no tengamos necesidad de irnos, aunque todos por un motivo o por otro, hayamos tenido esa necesidad. Ello no nos hace ni más fuertes ni menos. Ni tampoco más o menos vulnerables a ese proceso.

    La Dra. Adela Pellegrino, demografía historiadora fue consultada acerca del tema migratorio desde el sitio Web la Onda digital, donde se le realizó una entrevista, la cual se transcribe a continuación:

       “La ONDA digital dialogó con la doctora Adela Pellegrino, Coordinadora del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales y Doctorada en Demografía Histórica. Lo que sigue son los tramos fundamentales de ese dialogo.

 

-         Como estudiosa del tema de la emigración ¿tiene usted información de que ésta haya aumentado en los últimos meses?

 

- No hay nueva información específica de este tema. En general es difícil que los países la tengan porque en general funcionamos en un régimen de frontera abiertas: la gente cuando sale del país no declara si se va por días a Bs. As o esta emigrando. No hay registros. Cuando hemos estimado la emigración es porque hubo encuestas especificas o cuando hay un censo se puede hacer la estimación; si hay más población de la que debía haber es porque hubo inmigración y si hay menos es porque hubo emigración.

Uruguay no cuenta con un registro de emigrantes. La dirección de emigraciones lleva un registro de los movimientos fronterizos y reitero que no son emigración, son movimientos, una persona puede cursar la frontera varias veces al día y se registra cada vez que cruza. El registro de personas por el aeropuerto de Carrasco viene dando sistemáticamente negativo, lo que pudiera interpretarse como emigración de personas.

 

-         ¿Los que viajan salen pero no regresan?

 

- Es un indicio, pero no es un dato que defina claramente qué es emigración. En general la emigración es un fenómeno muy difícil de medir, pero para Uruguay este es un tema muy grave, este déficit sobre la información de la emigración debería subsanarse. En periodos anteriores lo que se llamaba Dirección de Estadística hizo encuestas, esas encuestas permitieron saber quienes se están yendo, niveles de educación, en que trabajaban, informaciones que son útiles para todos. En estos momentos no se están haciendo encuestas.

Mi opinión es que desde hace tres años estamos viviendo una ola emigratoria importante que es muy probable se haya acentuado en los últimos meses con la crisis bancaria que estamos viviendo.

A la hora de analizar este fenómeno se deben tener en cuenta varios fenómenos que inciden, uno de estos es a dónde emigran los que se van, por ejemplo, el que Estados Unidos haya liberado la visa para los uruguayos que viajaban a ese país generó posibilidades y expectativas sumado que durante mucho tiempo USA tuvo un bajo desempleo, la gente iba y ese mismo día conseguía trabajo. Otro aspecto es como las colonias de emigrados actúan como atracción invitando a sus familiares, facilitándoles el viaje gestionando, documentos etc.

 

- ¿Usted no le atribuye solo causas internas del país a la emigración sino a causas diversas?

-         Para que la gente se vaya tiene que estar motivada, tanto por factores locales a los que se suman factores que lo atraen desde otros países.

 

- ¿Sin embargo en estos momentos tanto en España como en USA se controla muy severamente a la emigración, e igualmente la gente se va a esos países?

 

- Como balance la emigración es “dura”, cuesta mucho adaptarse, hay por lo menos una primera etapa difícil, pero el balance global es positivo, sino se seguirían yendo.

 

- ¿Uruguay tiene una política de Estado o institucional sobre la emigración?

 

-         No tiene y no es fácil tenerla, cuando tienen problemas dependen mucho de los diplomáticos de turno en ese lugar, si los asisten o no, no hay una política especifica de asistencia, de comunicación con el emigrado. Por ejemplo México en estos momentos cuenta con un servicio que es un número telefónico las 24 horas del día que cualquier ciudadano mexicano que esté fuera del país y necesite ayuda puede llamar y solicitar ayuda. Entre nosotros no existe nada parecido. Tampoco se ha buscado incorporarlos a hechos de decisión como puede ser votar en las elecciones nacionales.

 

- ¿Qué información científica tenemos que manejar en Uruguay sobre el fenómeno de la emigración, que percibimos es grande?

 

- Información científica reitero no tenemos, lo que hay son aproximaciones, información estadística no hay. No cuento con los últimos datos de la Dirección de Estadísticas, pero una tendencia que se veía era reitera�* se C�Cisis.

 

    Veamos en este aspecto lo que le sucedió a Martín, un joven de 28 años quien en el 2001 tuvo que irse hacia España, ya que aquí había estudiado en la UTU el oficio de Carpintero. Trabajaba en una fábrica de muebles, y por su cuenta realizaba “Changas”. Estas le reportaban cierta cantidad de dinero nada despreciable. En el año 1999 la fábrica cerró, y él se tenía que manejar desde el punto de vista económico con las Changas. Pero estas empezaron a menguar. Martín había adquirido tras su graduación en la UTU algunas maquinas. Ello lo hizo a través del sueldo en la fábrica, y lo que ganaba por su cuenta. Al apreciar el rápido deterioro económico en el cual se estaba sumergiendo al país, y ver que su trabajo no le rendía como antes, empezó a balancear las perspectivas que se le presentaban aquí (nada halagüeñas) y la posibilidad de irse a España, más concretamente a Islas Canarias donde tiene unos tíos de parte de madre. Aquí justamente dejaría a esta, quien hacía poco había enviudado. Durante buena parte del 2000, se encontró sumergido en la duda. Se le presentaban elementos para ello.

    “¿Qué sería de mi madre? ¿Qué oportunidades ciertas tendría? ¿Me podré adaptar?” eran las constantes preguntas que se hacia. La duda estaba dentro suyo, ejerciendo de manera evidente presión sobre él. Pero la realidad pudo más, y un día del 2001 partió pasando a engrosar el número de compatriotas dispersos por el mundo.

    Se presenta como hemos visto, y como veremos, diversas sintomatologías dentro del contexto migratorio, producidas y reflejadas tanto a nivel individual como familiar; duda, adaptación, estrés, etc. Todo ello surge en algún momento, no importa cuando. Miedo al cambio, tensión, presión ejercida por factores externos, consecuentes al cambio de entorno. Pero también coexiste otro  micro mundo basado en quienes nos hemos quedado, quizá por ese miedo al cambio, quizás para seguir luchando a nuestra manera, o quizás simplemente por que no tengamos necesidad de irnos, aunque todos por un motivo o por otro, hayamos tenido esa necesidad. Ello no nos hace ni más fuertes ni menos. Ni tampoco más o menos vulnerables a ese proceso.

    La Dra. Adela Pellegrino, demografía historiadora fue consultada acerca del tema migratorio desde el sitio Web la Onda digital, donde se le realizó una entrevista, la cual se transcribe a continuación:

       “La ONDA digital dialogó con la doctora Adela Pellegrino, Coordinadora del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales y Doctorada en Demografía Histórica. Lo que sigue son los tramos fundamentales de ese dialogo.

 

-         Como estudiosa del tema de la emigración ¿tiene usted información de que ésta haya aumentado en los últimos meses?

 

- No hay nueva información específica de este tema. En general es difícil que los países la tengan porque en general funcionamos en un régimen de frontera abiertas: la gente cuando sale del país no declara si se va por días a Bs. As o esta emigrando. No hay registros. Cuando hemos estimado la emigración es porque hubo encuestas especificas o cuando hay un censo se puede hacer la estimación; si hay más población de la que debía haber es porque hubo inmigración y si hay menos es porque hubo emigración.

Uruguay no cuenta con un registro de emigrantes. La dirección de emigraciones lleva un registro de los movimientos fronterizos y reitero que no son emigración, son movimientos, una persona puede cursar la frontera varias veces al día y se registra cada vez que cruza. El registro de personas por el aeropuerto de Carrasco viene dando sistemáticamente negativo, lo que pudiera interpretarse como emigración de personas.

 

-         ¿Los que viajan salen pero no regresan?

 

- Es un indicio, pero no es un dato que defina claramente qué es emigración. En general la emigración es un fenómeno muy difícil de medir, pero para Uruguay este es un tema muy grave, este déficit sobre la información de la emigración debería subsanarse. En periodos anteriores lo que se llamaba Dirección de estadistica de Estadística hizo encuestas, esas encuestas permitieron saber quienes se están yendo, niveles de educación, en que trabajaban, informaciones que son útiles para todos. En estos momentos no se están haciendo encuestas.

Mi opinión es que desde hace tres años estamos viviendo una ola emigratoria importante que es muy probable se haya acentuado en los últimos meses con la crisis bancaria que estamos viviendo.

A la hora de analizar este fenómeno se deben tener en cuenta varios fenómenos que inciden, uno de estos es a dónde emigran los que se van, por ejemplo, el que Estados Unidos haya liberado la visa para los uruguayos que viajaban a ese país generó posibilidades y expectativas sumado que durante mucho tiempo USA tuvo un bajo desempleo, la gente iba y ese mismo día conseguía trabajo. Otro aspecto es como las colonias de emigrados actúan como atracción invitando a sus familiares, facilitándoles el viaje gestionando, documentos etc.

 

- ¿Usted no le atribuye solo causas internas del país a la emigración sino a causas diversas?

-         Para que la gente se vaya tiene que estar motivada, tanto por factores locales a los que se suman factores que lo atraen desde otros países.

 

- ¿Sin embargo en estos momentos tanto en España como en USA se controla muy severamente a la emigración, e igualmente la gente se va a esos países?

 

- Como balance la emigración es “dura”, cuesta mucho adaptarse, hay por lo menos una primera etapa difícil, pero el balance global es positivo, sino se seguirían yendo.

 

- ¿Uruguay tiene una política de Estado o institucional sobre la emigración?

 

-         No tiene y no es fácil tenerla, cuando tienen problemas dependen mucho de los diplomáticos de turno en ese lugar, si los asisten o no, no hay una política especifica de asistencia, de comunicación con el emigrado. Por ejemplo México en estos momentos cuenta con un servicio que es un número telefónico las 24 horas del día que cualquier ciudadano mexicano que esté fuera del país y necesite ayuda puede llamar y solicitar ayuda. Entre nosotros no existe nada parecido. Tampoco se ha buscado incorporarlos a hechos de decisión como puede ser votar en las elecciones nacionales.

 

- ¿Qué información científica tenemos que manejar en Uruguay sobre el fenómeno de la emigración, que percibimos es grande?

 

- Información científica reitero no tenemos, lo que hay son aproximaciones, información estadística no hay. No cuento con los últimos datos de la Dirección de Estadísticas, pero una tendencia que se veía era que aproximadamente había un saldo negativo de 20 mil personas en los últimos dos años entre los que salían y los que habían regresado.

Para Uruguay 20 mil personas que emigren son mucho, ya que el crecimiento vegetativo de la población esta alrededor de 20 mil personas. Este proceso emigratorio que estamos viviendo estaría anulando el crecimiento natural de nuestra población.

Otro aspecto de este fenómeno es que generalmente la gente que emigra es fundamentalmente la más joven, por lo que también la natalidad baja. Ya en el 2001 bajaron en forma significativa los nacimientos en el país, y todo indicaría que en el año en curso también la natalidad seria muy baja.

 

- ¿Sobre la emigración de profesionales Universitarios que se puede decir?

 

-         A diferencia de lo que pasaba en los años setenta que la emigración tenia entre sus causas las económicas y las políticas y fue muy numerosa. En este momento pasan dos cosas, por un lado están los temas económicos, que afectan fundamentalmente a los profesionales calificados que son comparativamente muy mal pagos. El otro factor es que los países desarrollados tienen políticas específicas para atraer a profesionales de otros países, y esto lleva a que aparezcan opciones mejores, tanto de salarios como en posibilidades de desarrollo profesional.

 

- ¿Son las mujeres o los hombre los que más emigran?

 

- Históricamente la tendencia es que es mayor el numero de hombres que emigran que las mujeres, pero no sé lo que está pasando en este momento, se debe tener en cuenta que la falta de trabajo afecta en grado significativo a la mujer, esto pudiera generar que la voluntad de emigrar de estas sea más igualitaria que en otros periodos.

 

- El año pasado las autoridades de la Iglesia uruguaya en una reunión con el Papa manejaron que la emigración de uruguayos ya había llegado a un millón de compatriotas viviendo fuera del país, ¿Usted está de acuerdo con esta cifra?

 

-         Creo que esa cifra es un poco alta, somos tres millones, un millón afuera es mucho, de todas maneras depende de cómo se llegue a esta cifra, a quienes se considera como uruguayos, si se cuenta a los hijos de quienes se fueron, que por derecho son uruguayos aunque no nacieran aquí, o se cuenta a los que naciendo aquí se fueron.

 

-         ¿Hay otra cifra que se pueda manejar?

 

- Cuando se hizo el último censo se estimaba que había un 10% de la población viviendo afuera. En estos momentos es muy difícil saber realmente a cuantos alcanza esa cifra, es probable que estemos en más de 400 mil. Si se incluyen a los hijos que nacieron fueron esta cifra cambia.

Me importa destacar que este tema de la emigración es muy importante para la sociedad uruguaya, no solo desde el punto de vista demográfico sino desde el económico y social. Somos una población pequeña, no podemos seguir empequeñeciendo, tenemos un tema muy serio y es que nuestra población sufre un proceso de envejecimiento y la emigración lo acentuó.

Tal cual se está dando la emigración se asemeja a una sangría, que le quita energías imprescindibles al país. Como dijimos: los que se van son fundamentalmente los jóvenes, los que se quedan tienden a pensar que el proyecto de futuro mejor está fuera y no aquí en el país, quitándole fuerzas y energías para el desarrollo de nuestra sociedad.” LA ONDA® DIGITAL

 

    Debo hacer una aclaración con respecto a este reportaje, y es que el mismo se recopiló en Abril del 2003, y por consiguiente se puede apreciar cierta carencia de datos actualizados. Asimismo, resulta casi imposible mantener una actualización de datos e información de esta característica, si no es mediante el mecanismo del censo poblacional, el cual se lleva a cabo como todos sabemos cada diez años. 

    Decididamente que detrás de todo proceso migratorio, existen un cúmulo de componentes que a lo largo de este libro vamos descubriendo. Me permito decirlo en plural, pues personalmente también comparto esta experiencia. No nos damos perfecta cuenta de la real dimensión del problema, hasta que no tenemos la posibilidad y los elementos necesarios para conocer en profundidad, si se quiere, el amplio abanico de elementos que integran el orden migratorio.

    “La juventud se va”. “Los jóvenes emigran por falta de trabajo”. Son frases hechas, concebidas bajo una situación que me permito denominar limite, y que es necesario revertir no con meros discursos, sino con hechos reales. Nuestra sociedad se encuentra acuciada por diversos temas, que en la actualidad se plasman en el orden económico, con serias consecuencias en el área socio – cultural. De ese deterioro emana el proceso aludido. No se debe olvidar  que la juventud representa (y es) en toda sociedad, aún la menos civilizada, la savia a través de la cual el país se nutre. Savia joven y potente que se va, o que es expulsada por una clase política indiferente en este tema, poniendo en práctica un modelo de economía neoliberal discorde con lo que realmente se necesita. Sin jóvenes el país no camina, no se desarrolla. Sin desarrollo productivo, la mano de obra (que se basa mayoritariamente en la franja etaría comprendida entre los 20 y 45 años) no encuentra lugar, con el consiguiente desenlace: emigrar.

    Nos encontramos entonces ante un nuevo circulo que se debe romper, disolver, pues de lo contrario se disuelve nuestra sociedad. No con elementos terroristas ni violentos, (¿o si?) sino mediante la falta ecuánime y lógica de voluntad para abrir esa puerta, dejando entrar a quienes hoy por hoy están añorando. Están en esa diáspora irreverente. Se encuentran viviendo lo que nunca quisieron vivir, si el estar lejos de la patria así se le puede decir; llorar, extrañar, añorar. Todo por que en su país, en nuestro querido Uruguay, se cerró esa puerta que es la posibilidad de trabajar.

    ¿Es que acaso en nuestro país, poder trabajar es una quimera? Parece que si. O quizás no parece. Lo es. Es así a tal grado, que emigrar por dicho motivo, se convierte en escape. Escape hacia un futuro mejor. Al menos eso es lo que se intenta. A la vez, se busca medios laborables más redituables. Se cae en otro estado: el de la desesperación.

    Una vez insertos en ella, no se piensa, no se calculan los riesgos que existen. El ingresar indocumentado. El percibir un sueldo mínimo por no tener los papeles en regla, o incluso a veces por el solo hecho de ser “Sudaca”. Oportunamente dije que la discriminación en su forma de xenofobia había desaparecido, o al menos menguado bastante. Pero se puede encontrar los síntomas discriminatorios en los lugares de trabajo. No de parte de los compañeros, que por lo general hay un buen porcentaje de estas latitudes o de otros países tercermundistas, sino (y es claro suponer) de parte de los empleadores, los cuales explotan a más no poder, so pretexto de “Si no estas conforme, hay más en lista de espera aguardando un trabajo”. Por lo general, el emigrante que tiene “empleo” no se queja. Queda sujeto a esa especie de lineamiento autoritario. No hay mucho para elegir en este aspecto, salvo ciertas excepciones.

    En lo expresado se puede apreciar dos componentes violatorios de los derechos humanos, que pareciera ser que en las naciones del “Primer Mundo” ello no tendría cabida. Sin embargo, en muchas áreas se sitúan como degradadores de la humanidad.

   El primero, es la explotación de su semejante, a través de ejercer enormes presiones concomitantes, con el propósito de hacerles trabajar por ingresos insignificantes. Ello constituye y configura un estado de esclavitud en sus términos más contundentes.

    El segundo lo encontramos en el orden discriminatorio en sus diferentes fases. El emigrante acepta de forma sumisa, pues sabe y reconoce que está dentro de un área ajena, y por lo tanto no puede (ni debe) sobre dimensionarse en sus actitudes. Sabe que está jugando en cancha ajena, y por usar un lenguaje futbolero, si se rechifla le sacan tarjeta roja.

    En muchos casos podemos apreciar como el emigrante renuncia a sus derechos de ser humano, para poder ingresar en el mercado laboral. Ello no es denigrante de parte suya. Si lo es evidentemente, de parte de quien le lleva a dicha situación. De manera elegante se le denomina “Mano de Obra Barata”, y no es otra cosa que un proceso de esclavitud claro y siniestro. Sin embargo, en muchas ocasiones no queda otra que estar bajo el dominio de estos tratantes, y resulta increíble que en pleno siglo XXI aún debamos contemplar atónitos como se juega con la vida, con los valores morales de nuestros semejantes. No cabe duda asimismo, que asistimos al denominado “Proceso Devaluatorio Moral”, originado o producido por seres inescrupolosos, los cuales captan a sus victimas quienes a su vez son originadas desde procesos decadentes económicamente.