6 - Desempleo, factor y globalización

 

Si digo que hoy en día el mundo es una inmensa isla en la cual cada uno de nosotros estamos inmersos en profundas crisis, y en no menos profundos problemas contradictorios, quizás no esté diciendo nada nuevo, y menos aún que dicha isla (cuyo nombre es Tierra) se encuentra globalizada, comunicada hasta en sus más bajos y recónditos niveles. Hoy en día, quien se encuentra en Japón, puede conversar y verse con alguien que se encuentre “Del otro lado del mundo” tal como se decía. Esta isla, sin embargo, está sucumbiendo ante la escalada de crisis que la afecta. Muchas veces sentimos que tanta comunicación electrónica no es buena, pues limita la verdadera comunicación, hasta quedarnos autos excluidos del mundo real. Ese es un mundo virtual, al cual todos (o casi todos) accedemos de diferentes formas. Podemos saber, conocer lo que sucede lejos o cerca de donde estemos. Esta “aldea globalizada” según se le denominó, no deja demasiado tiempo para atender y recomponer los graves conflictos que afronta, y que deslinda hacia nosotros, meros seres humanos que no sabemos llevarnos adecuadamente.

    Las contradicciones se dan en todos los órdenes y niveles. Nadie escapa. Nadie resulta ajeno a alguna escena de contradicción, por que nadie es ajeno a la realidad que sacude y golpea. Nadie es auto suficiente. Todos dependemos de todo y de todos. Esta realidad, nuestra realidad, se encuentra incrustada dentro mismo de nuestro contexto social.

    Pese a todos los pesares globalizadores, debemos tener bien en claro que gracias a las comunicaciones, a los adelantos en ellas lograda, las fronteras en buena medida han sido derribadas, y por lo tanto, la amargura yacente en el momento de no tener a alguien cerca nuestro, se ve atenuada de forma relevante. Puede ser a través de una PC o de una simple llamada telefónica, que se produce ese acercamiento deseado. Hoy, parafraseando el titulo de una canción “la distancia es como el viento”, un viento cálido y frío a la vez que recorre al ser que del otro lado siente las palabras (escritas o habladas) de quien se encuentra lejos físicamente, podemos focalizar nuestros sentimientos de esta manera. Cuando una persona llega a destino, se puede comunicar al instante. Ese es un gran logro, no cabe la más mínima duda.

    Muy posiblemente, como consecuencia de los diversos procesos migratorios a escala mundial, la industria de las telecomunicaciones tuvo en los últimos años una gran expansión, con su consiguiente proceso de oferta y demanda. Creció en todos los ámbitos y niveles. Una prueba de ello se encuentra en la proliferación de los denominados Ciber Cafés o Locutorios, a los cuales acuden esencialmente, personas con familiares fuera del país (o incluso amigos) que carecen de PC en sus hogares.

    Asistimos pues, a una masificación de los medios electrónicos (salvo Radio y TV) de comunicación, con el fin de brindar un servicio hasta hace poco tiempo impensable: acercar aunque sea de manera virtual, al hijo, hermano, nieto, esposo, madre, etc. El vínculo familiar por lo tanto, continúa unido más allá de la distancia. Las empresas de telecomunicaciones (en nuestro caso Antel) han ideado y conformado planes económicos, especialmente durante las fiestas tradicionales, donde se abaratan los minutos de conexión. Sin embargo, lo que predomina mayormente es la comunicación mediante PC. Me permito decir que este tema de la comunicación, y los medios que la hacen posible o factible, lo traje a colación por ser una de las consecuencias acarreadas por los procesos migratorios.

    Una nueva aclaración se hace casi imprescindible en este momento. Obedece a que he dicho “procesos migratorios”, y con ello hago referencia tanto al del orden político, como al del orden económico. Este, como hemos visto, posee mayores complejidades a la hora de buscar y encontrar solución. Es más amplio y heterogéneo el panorama de multiplicidad de factores que lo desencadenaron. Ya he señalado a titulo personal los componentes de los mismos. Más adelante se verán enfocados tanto a través de informes, como por los propios protagonistas. Es bueno señalar que dentro del factor económico, subsisten micro elementos que lo componen, y que si bien algunos ya hemos visto, son algo así como el motor propulsor al cual se debe poner fin. Entre ellos están la crisis en el Agro, en el Comercio interno y, por supuesto, en la Industria.

    Pero oportunamente volveré a enfocar este punto que ha conllevado al desempleo, micro elemento que merece desde ya una atención más detenida por ser el causal numero uno del proceso migratorio actual.

    Y al continuar en esta línea, nos encontramos (o reencontramos) con un problema social de enorme peso y cuantía, como lo es el envejecimiento de la población, ya citado en un informe de la CNN sobre la base de un estudio efectuado por un organismo internacional. Pero a ello debo agregar en esta oportunidad, la marginalidad que se da (o prevalece) internamente, al profundizarse primeramente la emigración desde el Interior de nuestro país a Montevideo, y luego hacia el exterior. La marginación se logra a través de quienes quedan en Montevideo sin tener posibilidades ciertas o concretas de un trabajo estable. Se crean y conforman de este modo los ahora denominados asentamientos, (otrora Cantegriles) en los cuales confluyen los seres cuyo destino certero es la marginalidad laboral, y de forma conducente, social.

    Cuando  me refiero al ser marginal, no necesariamente lo hago sobre la base ideológica de que si es marginal, debe ser ladrón o convivir en ese submundo feroz. Es si sobre la base de un orden contextual preestablecido, en el cual subyacen los carentes de trabajo. Si luego derivan hacia ese entorno es otro tema para algunos más profundo. Pero el abordaje contextual de esto, lo tomo desde la perspectiva laboral. Somos muy proclives al encasillamiento heterogéneo. Es decir, si fulano es de Izquierda, toda su familia es de Izquierda, o si es de Derecha pasa lo mismo. Es así entonces que, si reside en un asentamiento debe ser ladrón, y no es así. No generalicemos. Si se hace estamos definitivamente perdidos como sociedad y como seres.

    Mientras escribo estas líneas, me viene a la mente una especie de idealización para denominarles, para darles un nombre correcto, si se puede decir así a esta situación. Si en Brasil a los carentes de viviendas propias se les denomina “Los sin Tierra”, a estos seres nuestros se les  podría denominar con el mayor de los respetos evidentemente, “Los sin Trabajo” al menos en forma estable. Esto concita el interés de sociólogos y demógrafos que tienden al análisis cabal de la situación y complejidad que ello acarrea. En mi caso, lo traigo a colación como consecuencia de que es parte integrante de una coyuntura social desde luego perjudicial para todos, y que conlleva de manera implícita, al resquebrajamiento de los órdenes sociales como hemos visto.

    Estos dos componentes (envejecimiento poblacional, marginación) se traducen en serias contrariedades para el conjunto social. Si a esto le agregamos el tema central, la migración, se constituye en un explosivo de imprevisibles consecuencias, pues conforman un triángulo distorsionante cuyas causas las paga la sociedad como tal. Asimismo, se constituyen de hecho en una carga tremenda, que tendría su solución como ya dije, si se revirtiera todo el panorama medular. Mientras tanto, estamos conviviendo con algo semejante a un flagelo instruido dentro mismo de la estructura social. Al haber un alto porcentaje de personas mayores de 65 años que de manera obvia no aportan al BPS, sino por el contrario, dependen de dicha institución, más el porcentaje de desempleados (que tampoco aportan) que día a día aumenta, pese a las cifras dadas de manera oficial indicando una baja en esa tendencia, más quienes emigran, el panorama es verdaderamente complejo y sombrío, para no ser demasiado elocuente y decir catastrófico.

    En dicho contexto pues nos hallamos insertos. El Diario El Telégrafo de Paysandú, en su edición digital del sábado 6 de Marzo del 2004, desde su página de opinión realizó un estudio acerca de la actual conformación poblacional, y a la vez, de cara al futuro. He aquí el informe en cuestión:

   

   “Dos fenómenos paralelos se están dando en el mundo, que involucran el crecimiento demográfico asimétrico entre jóvenes y adultos mayores —muy marcado en nuestro país— y la urbanización, los que tienen un común denominador de consecuencias negativas que es preciso ir corrigiendo, para que un proceso que aparece como irreversible no nos sorprenda en el futuro inmediato sin haber previsto los acontecimientos que ya se están desencadenando.

    El envejecimiento poblacional de Uruguay es comparable al de los países desarrollados, con el agravante de que nuestro escenario socioeconómico es mucho más crítico y el sistema previsional frágil por donde se lo mire.

    A la vez, la creciente urbanización es sinónimo de marginalidad y pobreza, desde que la emigración interna, desde el campo a las ciudades y desde éstas a la capital, implica una mayor presión en la demanda por viviendas, servicios, educación, fuentes de empleo, asistencia médica, que supera largamente las posibilidades del Estado de atenderla satisfactoriamente.

    En los hechos, se está aguantando mal la tapa de una olla de presión que requiere además de recursos materiales, organización y programas de asistencia que no se limiten a dar, sino a generar los instrumentos para que el marginado de hoy se integre socialmente y logre su auto sustento.

    A medida que se extienden las áreas urbanas, crecen las necesidades y el impacto ambiental, así como los niveles per capita de consumo de recursos, la contaminación del agua y del aire y la degradación y afectación del suelo.

    Lo que parecía ser solo un flagelo de los países desarrollados, ya se manifiesta con vigor en el Tercer Mundo, y por cierto en nuestro país. La demanda adicional de recursos proviene tanto de la industria como de los consumidores, con el agravante de que el número de hogares crece más aceleradamente que la población, debido a que las familias tienen menos hijos.

    Cada hogar requiere una vivienda y una serie de servicios cuya demanda crece por lo tanto más que la propia población, agravando las repercusiones socioeconómicas del proceso. Un motivo para preocuparnos, y sobre todo ocuparnos, mientras se acentúa el envejecimiento poblacional, debido a una mayor expectativa de vida, el bajo número de nacimientos y la emigración. Estos tres elementos son un cóctel explosivo en un plazo ya cercano, que requiere de políticas de consenso y poco simpáticas por cierto, desde que habrá exigencias que a este paso resultarán imposibles de atender, por costosas.

    Ya hemos advertido desde estas páginas –decía El Telégrafo- de la inviabilidad del sistema previsional por esta tendencia, teniendo en cuenta que cada vez menos activos sostienen a una mayor cantidad de pasivos, pese a que se extienda la edad laboral, que a la vez frena el ingreso de jóvenes al mercado de trabajo.

    El mismo desnivel generacional amenaza a las mutualistas, y de acuerdo a un estudio que elaborara para la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la demógrafa Ana María Damonte advirtió que en los próximos 50 años habrá 45.000 jóvenes menos en el Uruguay, mientras la cantidad de personas con 65 o más años se duplicará, y entre ellos, los mayores de 80 años se triplicarán.

    No hace falta hilar muy fino para inferir el costo de esta pirámide demográfica sobre el sistema de salud, estatal o privado. Al respecto, el presidente de la Unión de la Mutualidad Uruguaya, Julio Pilón, dijo que el costo de la atención a los adultos mayores es el principal obstáculo en la ecuación económica de las instituciones, y que una posibilidad que ya se debería ir previendo es la instrumentación de un sistema similar al Fondo Nacional de Recursos, destinado exclusivamente a financiar el costo de los medicamentos más caros para esa franja etaria.

    Es impensable la alternativa de aumentar las cuotas, ante el deprimido poder adquisitivo de la población y porque los primeros en dejar de aportar serían precisamente los más jóvenes, que es a quienes se procura mantener dentro de la estructura asistencial.

    Las alternativas son pocas, las necesidades muchas y los medios escasos. Razón de más para hincarle el diente al problema de una vez, y sin medias tintas”.

 

    Personalmente comparto muy de cerca dos puntos de este informe. Por un lado, el hecho de que está mal tapada la olla de presión, y en cualquier momento explota con las consabidas consecuencias que ello provocará. Por otro, el hecho de que se deben crear las bases correspondientes para que logren el auto sustento. No es bueno que por un mero concepto de solidaridad, se mal críe a Los sin Trabajo dándoles facilidades de alimentarse sin que ellos sepan (o se den cabida cuenta) de lo que realmente cuesta mantenerles. Es muy fácil vivir sin luchar, aunque sea mínimamente.

    De igual manera ocurriría con los emigrantes si volviesen sin tener toda la estructura adecuada para ello. Este es el miedo de algunos, el cual percibí mediante un mail que tuve de una amiga, donde me preguntaba concretamente que me parecía el hecho de que los emigrantes regresaran sin una adecuada reestructuración del engranaje laboral, y como una gracia de los gobernantes de turno, sacaren el trabajo a quien lo tiene para darles a ellos. Obviamente que mi respuesta estuvo dada dentro de las coordenadas aquí trabajadas. Esto es: si no crean nuevas fuentes de trabajo, o se reabran las que hasta hace poco habían, resulta casi impensable, más allá de todo lo dicho y de lo que seguramente se dirá, que se produzca un masivo regreso. Este, de concretarse, se hará de forma mesurada, no porque se carezca del deseo de volver, sino porque los protagonistas deben necesariamente so pesar las perspectivas, así como lo hicieron en el momento de la partida. Todos anhelan volver. De ello estamos todos de acuerdo. Sin embargo, existen diferentes situaciones de orden personal, por las cuales pasa el componente económico, el cual juega un rol de suma importancia.

    Desde esa perspectiva es previsible (y necesario) un reacómodamiento escalonado del aspecto laboral, con el propósito de dar cumplimiento a todas las requisitorias emergentes. Será (de lograrse) ardua la tarea, pero no se debe cejar en el intento.

    A fin de comprender más en profundidad el aspecto del desempleo como causal sustantiva del proceso migratorio actual, me remito a lo expresado por el Profesor Germán Westtein en el libro “Geografía y Subdesarrollo”, de un subtema denominado “Migraciones Masivas: Bendición y Flagelo”. En el mismo se expresa que “En los países del Tercer Mundo, aún cuando la bonanza económica alcance su máximo, el pleno empleo siempre resultará parcial. Eso pasa porque los requerimientos de fuerza de trabajo no coinciden con la estructura de la demanda.

    El empleo está por eso sometido a fluctuaciones cíclicas. Baja a niveles casi de subsistencia en los lapsos de crisis, y alcanza su auge cuando se usa al máximo la capacidad industrial instalada. Esta nunca es utilizada en su totalidad, porque la posibilidad de absorber la producción por los mercados locales es escasa, (la saturación llega pronto) y se desata una nueva crisis de superproducción  y desocupación.

    La emigración de la fuerza de trabajo es pues una respuesta positiva, no ya a la falta de trabajo, sino cada vez más al trabajo mal remunerado, inestable, carente de estímulos, cumplido al servicio de un patrón o de una autoridad a los cuales no se quiere seguir regalando lucro. Es una respuesta positiva porque demuestra en grandes masas de población en edad activa, la voluntad de seguir luchando por algo. Queda implícito decir que ese “algo” resulta ser un mejor bienestar.

    El factor clave de expulsión, lo representa el bajo ingreso de los trabajadores en nuestro país, y simultáneamente la expectativa de mayor y mejor consumo en el país de llegada. Hoy por hoy, los bienes apetecidos figuran en las vitrinas de cualquier país del mundo, por subdesarrollado que sea, pero los costos internos de producción, más la disminución del valor comparativo de la moneda, más la baja constante del salario real, impiden satisfacer hasta los sueños más razonables.

    En términos económicos, para interpretar cabalmente las migraciones de fuerza de trabajo, hay que pasar del análisis de los condicionantes macroestructurales a los microestructurales. Visualizado el hecho desde la óptica de quienes detentan el poder económico en el país de atracción, la presión demográfica – laboral es instrumento de la estrategia para mantener bajos niveles salariales en sectores particulares de la economía. Así ocurre en EE.UU. con los emigrantes de México y América Central.

    En nuestro caso especifico, desde la óptica (y desde el bolsillo) de quienes tienen la fuerza de trabajo como único bien a vender, la nueva vida es un instrumento de afirmación individual. Más aún si ella posibilita escapar de las relaciones de opresión tribal y patriarcal. Aunque sean muy frecuentes los casos en que esos cordones umbilicales con las familias ancestrales en la patria de origen no se corten. El Banco Mundial sostiene que allí está el mayor “beneficio” de la migración de mano de obra: en el envío de fondos hacia la familia, tanto la nuclear como la extensa. Como dato anecdótico y estadístico, digo a titulo personal que a finales de la década de los 70, a nivel continental el flujo neto era  de más de ocho mil millones de dólares por ese concepto.

    Sin embargo, pensemos que en ello radica una de las consecuencias más graves de la emigración: su tendencia a crecer irreversiblemente debido a la consolidación de las redes que atan las oportunidades de origen con las de destierro. Así se aporta al éxodo internacional, una fuerza autogenerada que incide independientemente de otros factores externos.

    Esta fuerza de trabajo que se denomina extraterritorial, para ubicarla dentro de los parámetros políticos y económicos de estos tiempos, supera ya a nivel global largamente los veinte millones de personas”.

    El desfasaje que produce en los estratos sociales el desempleo, es tremendamente cuantitativo con las consecuentes consecuencias. Debemos poner por lo tanto, especial énfasis en este aspecto. Asimismo,  y de manera evidencial ello genera mayor tasa o índice en materia migratoria, ya que cuan mayor sea el porcentaje de desempleados, mayor será el índice de personas en busca no solo de nuevos horizontes y de un bienestar acorde a las mínimas exigencias que todo ser humano debe tener, sino de las necesarias fuentes ocupacionales para que ello ocurra. Sin embargo, no es menos cierto el hecho de que una gran mayoría de compatriotas que emigran, realizan en esos países trabajos que en el nuestro les cuesta o no quieren hacer. Acerca de esto, insertaré más adelante una narración de un joven compatriota que nos da una visión personal es cierto, pero muy realista y contundente. 

     No cabe duda entonces, que las fuentes de trabajo en su diversidad más amplia, constituyen de hecho un elemento de contención frente a la masa humana. Masa humana que es el pueblo mismo. La sociedad en definitiva. Sin dicho medio de contención, se genera un fuerte desequilibrio que afecta evidentemente a todo el esquema social.

    Para redondear este aspecto, se inserta a continuación un informe recopilado del sitio Web El Portal del Estado Uruguayo, cuyo titulo es precisamente “Desempleo y Emigración”. El mismo expresa:

       “La "falta de trabajo" y la "falta de esperanzas" en el país son los principales motivos que tienen los uruguayos para pensar en emigrar. Ambas respuestas tienen como trasfondo una dimensión económica que implica una evaluación negativa de la situación actual y -quizás con mayor énfasis- una falta de perspectivas.

    Las motivaciones económicas como factor explicativo de la migración no son exclusivas del Uruguay. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, de las 150 millones de personas que en todo el mundo viven fuera de sus países natales el 90% emigró por razones económicas.

    La emigración económica tampoco es nueva en nuestro país. A diferencia de la década del '70, cuando buena parte de los movimientos migratorios obedecieron a razones políticas, la emigración uruguaya de los '80s y '90s se produjo mayoritariamente por factores económicos. En 1996 -antes de la crisis actual- la mayoría de los potenciales emigrantes uruguayos ya mencionaba la ausencia de empleo y de esperanzas como los motivos fundamentales de su decisión de (o predisposición al irse del país.

    Tras la recesión de los últimos años y la crisis bancaria de 2002 la importancia del factor económico parece haberse acentuado, y particularmente el peso de la "falta de empleo", que aumenta del 38% al 62% entre 1996 y 2003.

¿Qué esperar hacia delante?


    La información sugiere, entonces, que las decisiones migratorias se vinculan en algún grado con las percepciones sobre la marcha del país y la economía. Llegado este punto cabe preguntarse cuáles son las expectativas de los uruguayos respecto al futuro.

    Durante 2002, y especialmente a partir del segundo semestre, buena parte de los indicadores utilizados para medir el clima de opinión sobre la economía se colocaron en niveles negativos históricos. Aunque a partir de finales del año pasado y durante el transcurso de 2003 se ha apreciado una mejora sensible en estos indicadores, las expectativas continúan situándose por debajo de las registradas promedialmente en el quinquenio anterior.

   En referencia directa a las perspectivas laborales, en Agosto Equipos MORI consultó a los uruguayos sobre cómo creen que evolucionará el nivel de desempleo en los próximos 12 meses. Aunque hay opiniones divididas, se aprecia un sesgo predominantemente negativo. La mayoría relativa (43%) cree que el nivel de desempleo dentro de un año será igual al actual; una proporción importante (38%) cree que el desempleo será mayor que el actual, y apenas uno de cada seis (17%) opina que el indicador mejorará.

    Las percepciones negativas se acentúan en algunos de los segmentos de población que también demuestran tener mayor predisposición migratoria: los montevideanos, las personas más jóvenes y quienes pertenecen a estratos medio bajos y bajos.
 

    Si, como parece, las percepciones sobre el mercado de empleo tienen alguna vinculación con la decisión de emigrar, la información apoya la idea de que -al menos durante algún tiempo- permanecerá entre los uruguayos un clima favorable a la predisposición migratoria”.

 

    La crisis bancaria del 2002 finiquitó entonces no la esperanza, pero si la posibilidad a corto y mediano plazo de la reversión del proceso migratorio a que hice referencia oportunamente. Varias empresas se vieron seriamente afectadas, cerrando en mucho casos sus puertas. Se hundió a la sociedad en la profunda crisis que hasta hoy prevalece. Una crisis que no solo afecta  el área económica, sino que por reflejo lo hace en las demás áreas paralelas. Por otra parte, dicho proceso está literalmente hablando, plagado de vínculos o rutas conduncentes a la decisión de emigrar. Esos vínculos se encuentran en la mayoría de los casos, concatenados precisamente con el área económica. Esta resulta ser la raíz, la médula del amplio espectro que rodea y enmarca al proceso migratorio desarrollado desde 1998 a la fecha.

    La clara y lamentable percepción de que se está profundizando en ciertos modelos desvalorizantes, nos alarma tremendamente. La idea que desde chicos teníamos acerca de la valoración humana, se está echando abajo como consecuencia del proceso critico por el cual estamos atravesando. Se recurren a diversos procederes con el propósito de paliar o atenuar en parte, el serio deterioro cometido a esos estratos sociales. Los modelos referidos están latentes. Toda causa tiene un causal. Es justamente al causal que se debe procesar. Tal como he dicho oportunamente, cuan mayor resulte el porcentaje de desempleados, mayor será el porcentaje migratorio, aunque, claro está, no todos los desempleados tienen el poder económico para adquirir un pasaje al menos.

    Llegamos entonces a la referida crisis de valores, que tiene como base estructural al mismo poder económico, debido a que tanto dicho poder como el social, se encuentran coligados de manera natural. La valoración humana pues se pierde, cuando mayor resulta la crisis de orden económico. Dentro de ese contexto es que se enmarca, o mejor dicho, se encuentra el proceso migratorio.