7 - La diaspora y su contorno

 
 

En el presente capitulo se expondrán diversas opiniones, diversos modos de pensar y de actuar en relación a la temática que estoy enfocando. Hemos visto hasta ahora, y desde lo más profuso que he podido, las diversas analogías que se hacen presentes a la hora de migrar, de tomar dicha decisión. Se reveló hasta ahora una tendencia. Un hilo conductor que conlleva al centro preciso del proceso, en el cual se hallan dichas analogías que conforman a su vez diferentes tipologías, más allá de que en los hechos sea una sola, o se perciba como tal. La diáspora es una de ellas.

    Citando el verso de Machado, “Caminante no hay camino, se hace camino, al andar, y al andar se echa la vista atrás” podemos observar en su misma esencia, la realidad impuesta hoy por hoy en nuestra sociedad en particular. Él compuso ese verso, esa frase en un momento similar al que actualmente estamos nosotros viviendo, valga la redundancia.

    De modo literal y real a la vez, el emigrante va conformando un camino, una senda precisa y concreta por la cual se transita con una serie de obstáculos interpuestos tanto de forma profesa como a la inversa, por algunos componentes del nuevo entorno al cual nuestros emigrantes llegan como consecuencia de dos polos. Uno, el referido a la situación imperante en nuestra sociedad, en el área económica más concretamente. Y dos, por la atracción que ejercen los países desarrollados dentro mismo del individuo.

    Ahora bien, existe una visión muy objetiva por cierto, que es elaborada por los propios protagonistas. Ya hemos visto algunas narraciones al respecto, pero no por ser reiterativas en los conceptos que se exponen dejan de ser interesantes o atractivas, ya que marcan maneras de ver y analizar sus mismos comportamientos, en situaciones de indudable compatibilidad.

    Podemos descubrir dos caras de la misma moneda. Podemos prescindir de ciertas referencias a la hora de estructurar un panorama lo más esclarecedor posible, para comprender desde aquí el modo de pensar de quienes se han ido. Por que se piensa de una manera cuando se está aquí, y se piensa y actúa de otra cuando se está fuera. Ello obedece al hecho de haber transitado ese camino de escollos, y por lo tanto, se logra un entendimiento más cabal, más certero de las peripecias por las cuales se transita, y a la vez, se recopilan experiencias ciertamente ricas e importantes, las cuales, si se adecuan debidamente, pueden brindar el dinamismo indispensable con el cual lograr definitivamente la adaptación.

    Sin embargo, muchos se entusiasman a primera vista, y luego ven la realidad de un modo diferente. Quizás con mayor realismo. Se dice que desde lejos se ve (o aprecia) todo diferente. Ello es muy cierto, y más aún en este contexto. Una vez afincado en el país que operó de atracción, se comienza a bipolarizar la idea que se tenía del entorno, el cual va resultando menos atrayente.

    Debo decir que uno de los capítulos de este libro, lleva por titulo el nombre de un relato elaborado por Enrique Arezo Nande. Me refiero a “Emigrar: búsqueda, solución o escape”. El relato referido, nos hace poner ciertamente los pies sobre la tierra, en base a pautas bien definidas y esquematizadas con relación a que muchas veces se opta por escapar de esta crisis, buscando un bienestar en otras latitudes, y no se es capaz de luchar desde aquí, de sacar al país hacia mejores perspectivas. Se prefiere “la fácil” como se dice comúnmente. Y no se tiene la suficiente certeza de saber si en realidad esa es la solución. Se especula con ello, dejando atrás una forma de vida, un modo de ser ya que prevalece la ansiedad. Pero veamos entonces lo que expresa Arezo Nande en torno a este aspecto.

 

       “Tiempos difíciles nos han venido golpeando, tiempos que no son fáciles para la sociedad y cuanto más para los jóvenes integrantes de la misma. Estamos inmersos en una crisis de la cual nadie escapa, hay quienes la enfrentan y otros que no.

    Muchos estamos al pie del cañón luchando por nuestro país esperando el bien de nuestra sociedad, otros escapan, muchos con una justificación, un seguro porvenir en otra sociedad, pero también existen de los otros, los que van en busca de la expectativa más sencilla, el "vamo` a ver que pasa”, venden hasta el último bien que tienen en su país en busca de ir “a hacer la América”.

    Si bien algunos la logran, la mayoría no, y vuelve desolado a su casa con apenas lo justo para el boleto de avión.

    También hay de los otros jóvenes, que realmente pueden luchar en su país ejerciendo su carrera universitaria o su oficio que les permite mantener la ilusión, pero no; estos optan por la huída, y luego son los mejores “lava platos” de la zona, el trabajo que no toman los residentes de esos países los tomamos nosotros “los sudaca”.

    Allí se dan cuenta del rico país del que provienen, en el que mal o bien un gusto se pueden dar; porque si bien uno en el exterior puede trabajar 10 horas y llegar a cobrar entre 1000 y 1500 dólares, sabemos que el costo de vida habitual es de 5 veces más a esta cifra, entonces, es como estar preso en libertad.

    En estos momentos es donde realzamos las costumbres más típicas de nuestra cultura popular, y añorando lo que dejamos atrás. Hace un par de meses se realizó un concierto en Nueva York en el cuál la estrella fue Jaime Roos, la mayoría de los espectadores no pasaban los 30 años, con la piel de gallina escuchando atentos “Durazno y Convención”, entre otras, recordando los momentos más representativos de nuestro pequeño gran país.

    En el año 2002 se batieron todos los record de expedición de pasaportes, cada vez más los uruguayos dejamos de lado ese nacionalismo que tanto nos caracterizó en otras épocas.

    Es hora que como jóvenes enfrentemos el problema y que no busquemos la manera más fácil de escape.

 

   Si emigramos los jóvenes, yo me pregunto:

 

    ¿Que país podremos reconstruir?

 

    Vivimos en un territorio que es único en el mundo, no tenemos guerras, ni guerrillas urbanas, no existe el terrorismo, ni los terremotos, que se diferencia de los demás por tener fácil acceso a la educación por ser esta gratuita, como así también los servicios hospitalarios, y que cuenta con un sistema esencial que es la Democracia.

    Debemos evaluar también los afectos que dejamos a un lado, la familia, los amigos, el barrio, son elementos que hay que poner en la balanza al momento de dejar el país, debemos de ser optimistas y saber que la única forma de sacarlo adelante es apostar al cambio, intentando buscar una verdadera solución, de esta forma lograr lo que todos los uruguayos queremos, para nosotros y nuestros hijos.

    La satisfacción mayor que debemos tener como orientales es el saber que estamos soportando la tormenta, pero a su vez darnos cuenta que estamos reconstruyendo nuestra tierra, porque de nada sirve venir y votar, sin saber de adentro cual es la verdadera coyuntura de nuestra sociedad en su momento actual.

    Más que nunca debemos de ser fuertes y ponerle el hombro al país, porque este fue el que nos vio nacer y al cual debemos defender, porque bien sabemos que nos enorgullece decir en cualquier parte del mundo que somos uruguayos, pero más debería enorgullecernos poderla pelear desde adentro y de esta manera poder salir adelante”.

Enrique Arezo Nande

 

   

    Ciertamente que nos debemos enorgullecer de este, nuestro país y que más que nada, decir al mundo de donde somos. Ahí radica el modelo por el cual prevalece nuestra idiosincrasia, que se hace latente a través de los miles de compatriotas que están disipados por el mundo, y que conforman de hecho la diáspora Uruguaya, (acerca de lo cual, ahondaré a partir de aquí, a manera de subtema) cargada como toda diáspora, de un alto cúmulo o porcentaje de recuerdos que se sienten. Que se hacen presentes ahí donde se encuentren los uruguayos. Tal vez por el hecho de ser conservadores, prevalece dentro de nosotros esa carga importante y profunda de recuerdos que afloran no solo cuando se encuentran compatriotas fuera de fronteras, sino cuando esos mismos seres están solos consigo mismo, y se da esa charla muda, entre nuestro subconsciente y el consciente propiamente dicho.

    Pero no cabe duda de que ello tenga su peso a la hora de las reuniones que se realizan entre compatriotas. ¿Los Uruguayos fuera del país se juntan, realizan reuniones? Esta pregunta será respondida por los propios protagonistas más adelante. Aquí y ahora tan solo deseo apreciar lo que es la diáspora. Lo que significa dentro del contexto social. La diáspora es creada a partir de la necesidad de tener un referente primordial para enfocar el drama de tantos seres que la conforman. He dicho que (salvo excepciones) muy pocos emigran por placer, por mero gusto de hacerlo.

    Detrás de cada ser que se va del país existe una historia, hay un drama en mayor o menor medida. La diáspora se va conformando entonces de esas historias que unidas nos proporcionan aunque cueste creerlo, una riqueza de enorme magnitud, pues cada historia si bien ofrece similitudes, están o se encuentran insertadas en sociedades diferentes, en entornos diferentes y multifáceticos que muestran modos de vivir diametralmente opuestos y equidistantes a nuestra propia conformación social.

    En mi investigación especifica que realicé para este libro, me encontré que nuestra diáspora es inmensa, pese a los pocos que somos porcentualmente frente a otras colonias de emigrantes. Por que justamente, la diáspora es (o se basa) en colonias que de manera conjunta toman dicha denominación. Asimismo, pude apreciar que tenemos compatriotas en las zonas más recónditas de nuestro planeta, y alejadas de hecho de nuestro país. Como ejemplo ilustrativo a este respecto, diré que encontré un testimonio de un Uruguayo obviamente, emitido desde Vietnam, y se podrá preguntar como lo he hecho yo, ¿qué hace un compatriota allí? Porque si decimos Japón, Rusia, China, Italia, España, Francia, Estados Unidos, no nos resulta tan disparatado, cuando en realidad debería serlo por cuanto todos son compatriotas que se han ido. No importa si más lejos o más cerca. Se han ido. Han partido de nuestra patria, de su país y punto. No cabe otra.

    ¿Dentro de un marco de pobreza, de austeridad, de quebrantamiento económico, se puede hablar de riqueza o enriquecimiento experimental? Si, se puede ya que el ser humano está capacitado para almacenar un gran porcentaje de experiencias vividas, y las puede volcar tanto en su propio beneficio como en el ajeno. Saber asimilar lo que se ha vivido, y transformarlo en experiencias resulta casi imprescindible para convivir.

    En ese marco contextual, se enmarca el entorno de conformación de la diáspora. La convivencia de sus componentes o integrantes, hace de manera indefectible que los mismos se integren o no al campo social. Por lo tanto, la diáspora desde su concepción, se ha creado en buena medida con el fin de proteger a sus integrantes, de las inclemencias y contratiempos que el desarraigo muchas veces provoca. Se escudan, se guarecen en ella.

    A la vez, esta configura algo semejante a un inmenso baúl de recuerdos vivientes, palpables, tangibles donde (valga la redundancia) se palpa el sentir de cada compatriota, de sus recuerdos, de sus añoranzas, de sus horas sin sueño por que no, pensando en lo que se dejó aquí, lo cual conforma el rico patrimonio de cada oriental que está fuera de su terruño, de esta patria que ideara Artigas desde sus luchas con el propósito de que, cada hijo de aquí, tuviese un lugar propio e independiente. Nunca habrá pensado Artigas, que muchos años después de su éxodo, tuviese lugar otro. Nunca habrá pensado tampoco que él no sería el único exiliado. Él, como padre de la patria, fue (o se convirtió) en precursor de varios aspectos. De manera casual, conformó también la primera diáspora oriental, si así se me permite denominar a la consecuencia originada por aquella heroica gesta, que convirtió años después, a nuestro país libre y soberano, permitiendo la emancipación de sus hijos.

    No se si en el acierto o en el error, es que de manera singular me permito reflejar a la diáspora como una gran patria virtual, en la que evidentemente conviven de una forma o de otra, la gran cantidad de Uruguayos, que aún dispersos por el mundo, se intercomunican no solo con sus familiares, sino entre si conformando en muchos casos, un nivel de interacción de indudable importancia. Esa patria virtual, suple en cierta medida el planteo del arraigo, haciendo quizás más llevadera la ausencia consumada en la patria natural, en la verdadera patria. Sin embargo, esto no es ciento por ciento así, por cuanto cada ser humano, cada emigrante es una historia diferente. Lo que si es real, es que además de ser ese baúl a que hice referencia, es también una vidriera gigantesca, en la cual se hacen presentes la diversidad de historias y vivencias asimiladas o no, dando a entender quienes somos y como somos.

    Claro, en la integridad de la diáspora no se puede (ni se debe) generalizar o englobar a todos los caracteres o modos de ser, debido a algo muy claro y contundente; no todos somos iguales. Pero en la raíz así es. La idiosincrasia marca esa tendencia, y a partir de allí podemos consultar el modelo de sociedad a la cual se pertenece.

    No existe hasta ahora, una historia precisa acerca de los seguimientos que se pueden efectuar en torno al fenómeno social que conforma el concepto de diáspora. Sin embargo, se puede realizar un acercamiento, que es en definitiva lo que trato de hacer desde casi el inicio de este capitulo, dada la importancia que tiene y mantiene dentro del contexto migratorio.

    Debo expresar que en todo proceso migratorio, se crea de manera natural la diáspora, sustentada o apoyada por el mismo proceso, tras una readecuación casi necesaria de este o de sus componentes. ¿Resulta demasiado obvio decir que cuando me refiero a integrantes o componentes, lo hago de manera explícita hacia los emigrantes? Creo que no, y en todo caso de ser así, se trata de algo complementario.

    Uno de los métodos de seguimiento de los integrantes (quizás el de mayor fuerza) está basado de manera casi obvia, en las experiencias que estos pueden brindar, y que en la gran mayoría de los casos, ofrecen un muestreo no solo de lo que se añora del país de origen, sino del país receptor haciendo un paralelismo entre ambos.

    Deseo aclarar lo que parece ser una contradicción, ya que por un lado, he dicho que no se puede hacer un seguimiento sobre la historia de la diáspora, y por otro expresé que existen métodos para hacerlo. La explicación se puede encontrar en que el seguimiento se hace, como he dicho, de acuerdo a lo que ofrecen los emigrantes en materia de experiencias vividas y convividas, y que con sesgo nostálgico derivan en ese paralelismo a que me referí.

    Para observar de primera mano lo que se siente desde ese contexto, y más allá que en el capitulo respectivo los protagonistas dan una visión personalizada según cada caso especifico, inserto a continuación un relato elaborado por el Dr. Enrique Rimbaud, residente en Nicaragua, haciéndolo cual si fuese una carta, nos da una fuerte pincelada de todo lo que se extraña, que es mucho por cierto, y que quienes estamos aquí no nos damos cuenta. Quizá pueda resultar duro con lo que voy a decir, pero esa pérdida de noción de lo que se siente desde fuera, resulta muy perjudicial para quienes estamos aquí. Ellos sienten al país lejos pero cerca, gracias a lo que han podido recopilar desde ese inmenso baúl de recuerdos. Gustos, sabores, olores, paisajes, lugares, sitios se hacen presentes en el trasfondo de sus mentes. Conviven con ellos de un modo realista y profundo. Se basan, se apoyan en ellos a los efectos de no sucumbir, y a la vez, de alentar esa esperanza. Todo resulta una sublime conjunción.

    Conjunción de elementos, componentes que yacen en la esencia misma de la diáspora. Esta es, asimismo, un molde estructural al cual ingresan todos los que se van. Se insertan en ella. Producen mediante esta, algo así como anticuerpos para combatir el proceso lógico que puede llegar a concluir en el desarraigo, aunque ello cuesta bastante darlo por cierto. En muy escasas oportunidades llega a producirse el desarraigo total. Y menos aún dentro de la diáspora Uruguaya. Los mismos anticuerpos se encargan de neutralizar ese efecto. No se puede originar por el mero hecho de sentir bronca por no poder estar en la patria, como puede suponerse. Por el contrario. Se afianza mucho más. Queda impregnado dentro de cada ser. Para demostrar fehacientemente esto, veamos lo expresado por el Dr. Rimbaud:

 

       “Mientras abro una ventana al mundo a través de la computadora, escrutando el infinito electrónico en busca de noticias del paisito… la rubia riega el jardín del fondo, y un agradable olor a tierra húmeda penetra alegremente por la ventana…

    Estamos en Abril, y mientras en Managua el sol va devorando calle tras calle, imponiendo su agresiva figura a fuerza de fuego y temperatura, el olor a tierra húmeda me lleva hasta el paisito…mañana de otoño…. hojas de plátano regadas por las calles, parques aun verdes donde las parejas aun no son frenadas por el frío, y de repente, como si fuera un archivo de biblioteca, otros olores van asaltando mi alucinada mente… olor a mar, a olas golpeando sobre la rambla, olor a panadería y bizcochos calentitos, olor a manicero, a garrapiñada, a churros calientes de Manolo, olor a feria que se instala, a jazmines y madreselvas, olor a estadio, a centro, a lana, a las primeras salamandras que se encienden, a piña quemada, a pino y eucalipto…

    Montevideo es una herida abierta en los corazones de tantos y tantos uruguayos que hoy por diferentes y distintos motivos estamos lejos del país.

    Es la rueda de amigos en el bar, tomando un expreso o una grapa con limón, los platitos con maníes y papas, el diario El País, los sones de las murgas, los tambores amaneciendo en el barrio Sur, los ómnibus de CUTCSA, los taxis amarillos y negros, la paz de las calles caminando a cualquier hora, el trafico lento, los kioskos de las esquinas, los canillitas.

    </TBODY>Los picaditos en la playa, el parque de los aliados, la majestuosidad de avenida I, los barrios, los clubes.

    Una muzzarella o un faina… joyas solo apreciadas en la distancia, el asado de la obra, el choripan con chimichurri, las tortas fritas, los helados de La Cigale, el dulce de leche, los alfajores, un vino tinto.

    Olores, sabores, colores se atropellan por salir y reencontrarse, pero el sol busca la verticalidad haciéndonos conscientes de la realidad y la distancia, el peso de cada kilómetro que nos aleja de la Ciudad Vieja.

    Cuantos somos, ¿cuantos uruguayos vagamos hoy por el mundo?, nadie lo sabe, pero en cada rincón de este planeta, un hijo de la esquina mas al sur de América del Sur se encuentra preparando el mate cada mañana, buscando que el amargo sabor de la yerba aquiete la nostalgia, y que el agua caliente de ese mate entibie el corazón añorante, sorbiendo recuerdos con la bombilla.

    Hoy las alpargatas son un símbolo que guardamos y cuidamos como si fueran de Cartier.

    Paradójicamente, nos comunicamos mas entre los uruguayos que estamos fuera que con los que quedan en el país… quizás la nostalgia nos invita a dialogar y compartir….

    Pero, hay una diáspora, hay una colectividad uruguaya en el exterior que requiere ser contemplada de alguna manera, en puestos estratégicos y en puestos menos honorables, pero todos uruguayos y necesitados de contactos con el país, ávidos de noticias, de señales, de seguir ligados a una historia que nunca terminamos de escribir.

    Los días, los meses, los años, van operando en contra, ya no recuerdo el gusto del Nevada, no se consigue en Nicaragua carne que no sea de Cebú, y el Pelibuey no es lo mismo que nuestra añorado Corriedale.

    A veces me cuesta recordar nombres y lugares, me desespera, y nos transformamos en religiosos, cada 29 hacemos gnochees, asados los fines de semana escuchando a Zitarrosa, recordamos las fechas patrias y el 25 de Agosto nos parece re importante… si vemos un compatriota nos juntamos, hacemos un asado y charlamos horas escrutando cada rincón de los recuerdos…

    ¿Que podemos hacer? Hay una voluntad tacita de todos por colaborar con el país, por seguir siendo, por pertenecer, y el tiempo nos va alejando, y la promesa de volver se nos diluye en la medida que nos vamos acomodando…

    En fin, el sol me va marcando que estoy lejos, y que es hora que deje de trabajar y de soñar, que es domingo, que tengo que prender el fuego.

 

Desde el país de los volcanes y los lagos

 

Enrique

 

         

    Utilizando un lenguaje criollo digo que, “Más claro, échele agua” ya que en este relato se aprecia a ciencia cierta, la dimensión de lo que se extraña. De cuanto y como se extraña. De cómo sueña esa diáspora Uruguaya. De su palpitar, de su sentir en tierras extrañas, ajenas, lejanas, por más que la computadora sea un puente inexorable para acortar distancias. Para poder comunicarse sin mayores problemas. La añoranza está. La añoranza existe, se puede palpar en cuanto encontramos alguien que no está. Es un sentimiento que todo emigrante conserva desde lo más hondo de su ser.

    Es un sentimiento afectivo que proviene de raíces muy hondas, y más aún en nuestro caso, ya que provenimos en la gran mayoría de familias compuestas y configuradas también de emigrantes, lo cual he tratado en las primeras paginas, a fin de comprender perfectamente el proceso actual, donde se dan (o pueden encontrarse) situaciones muy similares, porque al existir dos modelos de procesos, estos se repiten.

    Dos modelos estructurales bien definidos, sobre la base de situaciones sociales concretas, las cuales de manera evidente definen y condicionan no solo la situación, sino el parámetro desde el cual se desarrolla. Ello lo he profundizado en páginas anteriores.

    Ahora bien, a lo largo del presente proceso migratorio, que tiene como base (o punto de lanzamiento) el área económica, motivo principal del mismo, hemos visto ya sea por experiencia propia o ajena, la multiplicidad de factores causantes y desencadenantes que conllevaron a que el mismo se haya convertido en un problema social muy profundo y extenso, pues existen diversos ejemplos que así lo demuestran. Algunos ya los he planteado. Otros se irán exponiendo en lo que resta del libro. Pero a lo que voy es a esto. El individuo que emigra por lo general es joven. Sin embargo, como en toda regla existe la excepción, y a ello me refiero a continuación, citando el ejemplo de Margarita y Elbio.

    Ellos conforman un matrimonio de personas adultas. Ella ronda los 60 años, mientras que él tiene 64. Margarita se había ido en la década del 70 por cuestiones políticas a Suecia, donde se casa con otro hombre. A Elbio lo conoce años más tarde. De esa unión nace Juan Manuel en 1981. Tras la reinstauración democrática, Margarita decide regresar. No así su marido que se queda en Suecia. A su regreso con Juan Manuel, conoce a Elbio con quien vive en pareja. Cuando su hijo cumple 19 años, decide irse a Suecia. Si bien ahí está su padre, no se da demasiado. La fuerza de atracción que ejerce Juan Manuel resulta impresionante. Margarita, a los 10 años de volver se jubila. Elbio trabaja de herrero. Tienen casa propia y, dentro del complejo panorama no se pueden quejar.

    Realizan un viaje a Suecia en el 2002 para ver a su hijo. A su vuelta, la fuerza de atracción aumenta. Si bien Margarita y Elbio se encuentran muy bien insertados en la sociedad, realizan un importante número de actividades, Margarita añora a su hijo. Por su parte, a Elbio le empieza a escasear el trabajo. Es así entonces que toman la decisión de irse a Suecia. Lo hacen en Febrero del 2004. No son jóvenes, pero sintieron la necesidad de irse. Por un lado, el motivo económico pesó. Pero el motivo afectivo – emocional tuvo su mayor peso. Hoy se encuentran en Suecia, y han quebrado esa regla de que solo los jóvenes emigran.

    También podemos apreciar con esto, el efecto generador que se podía denominar “de arrastre”, ya que fue Juan Manuel quien hizo que su madre y su padrastro emigraran, haciéndolo evidentemente primero él. Juan Manuel se constituyó en el motor impulsor del núcleo familiar, que les conllevó a emigrar no en busca de nuevos horizontes como es la premisa, sino a volver a unirse. Esta familia, como tantas otras, se encontraba inmersa en un estado de fragmentación, el cual, desde su perspectiva era netamente profundo. Se optó entonces por el método más adecuado; la reunión o desfragmentación más rotunda del núcleo propiamente dicho.

    La desfragmentación puede resultar al fin y al cabo una de las soluciones más acordes en el corto y mediano plazo, y esta se efectúa de un modo traslatorio. Vale decir, llevándose consigo a la familia, o bien llamándola luego, una vez instalado, lo cual parece ser lo más previsible, si nos atenemos a lo expuesto paginas atrás, donde dije que se puede convertir contra su voluntad, en emigrantes al cónyuge o al conjunto familiar, resultando contraproducente ya que se proyecta la desintegración nuclear, y por ende la situación conflictiva emerge desde esa perspectiva.

    Es interesante apreciar en este caso, el hecho de múltiple fragmentación familiar, ya que se comenzó a dar en la década de los 70, cuando por motivos políticos, Margarita tuvo que partir rumbo a Suecia, dejando aquí padres y hermanos. Allí conformó su propia familia, con lo cual mitigó en parte el dolor que poseía. Posteriormente, en 1984 vuelve a fragmentar su familia al querer ella regresar y su marido no. Esto se repite tras la partida de Juan Manuel. Lo que quiero señalar con este ejemplo, es que se puede fragmentar y desfragmentar varias veces un conjunto familiar, valga la redundancia.

    Como he señalado en varias oportunidades desde este libro, la masificación migratoria se da con mayor celeridad, a partir de 1999 en adelante, apoyándose la misma en los parámetros de la violenta crisis económica en la cual se enfrasca al país, y por consiguiente a la sociedad. Si bien según ha expresado la demógrafa Adela Pellegrino, a quien volveré a citar más adelante, no existen cifras oficiales acerca de la cantidad de compatriotas que están fuera del país, estas literalmente saltan por si solas. Es palpable comprobar la inmensa cuantía de uruguayos que se radican fuera de fronteras, en los denominados países receptores. Por ello trato este tema desde el punto de vista sociológico y no porcentual. Sin embargo, en algunas oportunidades, resulta necesario acceder a dicho nivel, a fin de proyectar y tener lo más claro posible, el panorama en el cual se está actuando, y que nos lleva hacia la realidad misma.

     Desde la fecha precedentemente citada, el índice porcentual ha ido en aumento irreversible, y a la vez profundizándose de forma contundente. Las cifras que se llegan a manejar y cotejar, surgen como consecuencia del diario vivir, y se trasladan a niveles de estudio y análisis donde se les moldea sin extraer desde luego la esencia misma. Así es como se llega a percibir un constante crecimiento de la masa migratoria. Es bueno señalar que muchas veces se escamotean cifras reales, con el propósito de no alarmar aún más a la sociedad. Obviamente que no generalizo en este sentido. Y es más, no se puede armar un panorama certero si se carece de elementos comprobatorios. Ello es desde lo que se podría denominar nivel oficial. En el diario vivir esto es diferenciable de acuerdo a los estratos sociales donde se manejen. Entonces podemos tener (y atender) dos clases o modalidades de cifras: oficiales y vivenciales.

    En ambos casos se pueden (y deben) tomar como modelos estructurales de estudio, sobre el cual se llega a definir el panorama activo o real del proceso migratorio. Ahora bien, tomando como base ciertos componentes, podemos apreciar que los dos índices porcentuales de mayor gravitación sociales tienden a acercarse. Me refiero al poblacional y al migratorio. Alfredo Dante, ofreció al programa “En Perspectiva” de CX 14 Radio El Espectador, el día 17 de Julio del 2003 el siguiente análisis referente al tema, y que seguidamente inserto.

 

    “Si bien no hay datos oficiales, en el primer semestre de este año (2003) emigraron 24.000 uruguayos, esto es un 24% más de los que habían abandonado el país en igual período de 2002. Teniendo en cuenta los egresos y los ingresos registrados en el Aeropuerto de Carrasco en ese lapso, la emigración  habría superado la tasa de crecimiento poblacional.

    La demógrafa Adela Pellegrino, dijo que Uruguay es uno de los países del mundo con mayor proporción de población fuera de fronteras. Pelegrino insistió en la necesidad de contar con datos más precisos para poder elaborar políticas que permitan cortar el proceso de abandono del país que se está registrando.


Aunque los destinos más escogidos siguen siendo España y Estados Unidos, Brasil se está consolidando como el nuevo polo de atracción para los compatriotas, sobre todo para los que tienen formación universitaria”.

       

    Nos encontramos nuevamente con una de las consecuencias más dramáticas, si se me permite decirlo así, como lo es el bajo crecimiento poblacional, acerca de lo cual ya me expresé, pero que en estas declaraciones del Sr. Alfredo Dante vuelve a surgir. Se desarrolla una tesis en la cual la demógrafa Adela Pellegrino establece (pese a la falta de datos) una proporción de habitantes residentes fuera de fronteras, igual a la existente dentro de nuestro territorio, e incluso mayor a esta. Dentro de un marco meramente analítico, que no pretende ser para nada polémico, me permito disentir con la doctora, ya que si se manejan ciertas cifras, no se puede (ni se debe) aducir que es necesario un nuevo elevamiento. Asimismo, el conjunto migratorio no es una cifra porcentual. Es de manera evidente que mucho más que ello. Estamos hablando de seres humanos. De seres de carne y hueso que están sufriendo en la gran mayoría de los casos, un estado de exilio económico forzado, con todo lo que ello acarrea en perjuicio de la integridad física del individuo, como consecuencia del impacto emocional. El emigrante, como bien se sabe, está fuertemente cargado de emociones que le hacen sentir una enorme pesadumbre en todo momento, a causa de los elementos reseñados oportunamente. Es decir, añoranza por los afectos dejados, por los lugares y sitios en que convivió y se crío, y por nuestro modo de ser. Nuestra autentica idiosincrasia.

    A veces la misma bronca de tener que emigrar, crea en el individuo el resquemor hacia el país, lo cual no es ni más ni menos que un escudo protector contra las adversidades que se prolongan en el tiempo y en el entorno. Más allá de quien lo hace por efecto imitador, creo que a nadie le agrada emigrar, salvo también en casos de desfragmentación familiar, en donde la necesidad de hacerlo se convierte casi en placer. Me encontré con relatos en los cuales el sabor amargo de la partida se hace presente de un modo que ronda la agresividad. Obviamente que dichos relatos, que conformarán el capitulo principal de este libro, fueron elaborados por seres emigrantes a quienes de manera obvia les emana dicho sentimiento, como consecuencia clara y evidente de encontrarse frente a un proceso muy costoso de elaborar. Así pues, generan ese efecto agresor – simulador con el propósito señalado.

    He dicho ciertamente que el único motivo de migrar agradable, se puede hallar en la reunión de los lazos familiares (sean conyugales o no) ya que se trata de una enorme motivación recurrente. Se ansía ese momento. Ese proceder de estar de nuevo junto al (o a los) seres queridos. A la vez, se vuelve a la estabilidad grupal, la que hasta ese instante se hallaba en un estado o proceso de quiebre, producto mismo de la inestabilidad creada a su vez por un estado de angustia latente.

    Para ser más grafico al respecto, veamos el siguiente ejemplo creado por mi, pero que de hecho se daba (y aún hoy se siguen dando) en cantidad de oportunidades. Nos ubicamos en un determinado momento, en el cual se carecía de estos adelantos tecnológicos que apoyan y privilegian el área de las comunicaciones, teniendo como único medio el correo tradicional, que demoraba varios días, y hasta semanas enteras. La ansiedad por recibir una carta se hacia insostenible, al punto de crearse un estado de angustia profundo. Hoy en día sucede lo mismo. Se depende de que el ser querido lejano, se coloque frente a una computadora, que llame por teléfono, o incluso de la carta. Cuando se recibe, en parte ese estado desaparece de modo momentáneo. Sin embargo, vuelve a surgir cuando las noticias no son recibidas.

    Mientras escribía esto, me vino a la mente un ejemplo que es verdadero. Trataré de sintetizar el caso especifico. Un matrimonio con uno de sus tres hijos se fueron al Canadá. El hijo es mayor de edad. Aquí quedaron los otros dos. Ese hijo de nombre Facundo, se quedó con sus padres durante un año aproximadamente. Por razones que aquí no vienen al caso precisar, decidió irse a España. En una de las comunicaciones que mantuvimos, me contó que estaba preocupada, pues desde el Lunes (cuando me lo dijo era Sábado) no tenía noticias de él. La ansiedad de esa mujer se hacia notar, hasta el primer grado de angustia. En ese momento me salieron las palabras que se acostumbra decir buscando que se calmase: “Todo estará bien, pues de lo contrario ya lo sabrías”.

    La ansiedad, la angustia gana terreno fértil dentro del grupo familiar fragmentado, y se profundiza con el devenir del tiempo. Estamos de acuerdo una vez más, que todo lo relacionado con el proceso migratorio es un inmenso hueco profundo, que se hace cada vez mayor debido a las raíces que lo van corroyendo. Quiero ser claro al respecto, y así decir que las raíces en este caso, son aducidas al problema en si mismo.

    Este, echa raíces como hemos visto a lo largo y ancho de la sociedad, la cual lo padece de manera contundente y precisa. Demasiado precisa diría yo para ser más certero, si cabe el término. El grupo familiar como tal, representa el corazón de toda sociedad civilizada, de acuerdo a como la conocemos nosotros. Al fragmentarse el núcleo familiar, se fragmenta de hecho el conjunto social, y este va perdiendo en buena medida la identidad propia que lo identifica frente a nosotros mismos. Se produce nuevamente un círculo. Se produce de nuevo el resquebrajamiento social.

    Como expresó Alfredo Dante, en el 2003 han sido 24.000 compatriotas que migraron, si no fueron más. Pero la cuestión radica en que día a día esa cifra crece, aumenta. Se hace más ancha la brecha entre quienes residimos aquí, y quienes lo hacen en la diáspora. Como dije, no se trata de dar porcentajes o cifras. Se trata de comprender la realidad en su más cruda versión. Desde luego que todos de una forma o de otra la vemos. Pero lo importante es tomar conciencia plena de que el país va quedando despoblado. Va quedando desprovisto de los parámetros necesarios por los cuales reencausar el mecanismo de la esperanza en volver. En regresar.

    La despoblación de zonas rurales ya no resulta un hecho aislado, por cuanto dentro mismo de las ciudades se está dando. Se manifiesta de modo lacerante. Muchas veces cuesta creer que aún no se asimiló el drama social por el que estamos transitando. Se reconvierte el escenario ciudadano. Se crea un ambiente ciudadano en donde el sonido sordo del silencio prevalece y se hace sentir. De ciudades bulliciosas a nuestra manera, se pasó a escenarios cuasi desérticos. Convivimos los que quedamos, con esa sensación de soledad. Pero también los que no están la sienten con mayor peso. Con mayor profundidad a causa de no poseer los afectos dejados aquí, pese a haber (en algunos casos) conformados nuevos sentimientos de ese orden. La despoblación agresiva a que estamos siendo sometidos, no solamente se siente en el aspecto físico. Se logra sentir mucho más desde el punto moral.

    No solo nosotros (los que nos quedamos) lo sentimos. También lo sienten quienes se fueron, como dije líneas arriba, de distinta forma. Ellos se despoblaron de una cantidad de cosas, y les cuesta mucho poblar esos lugares vacíos. Despoblación no es solo una carencia física. Despoblación es también la carencia de esos sentimientos que quedaron en la patria. Esos afectos que llenan al propio ser. Cuando este se encuentra despoblado y alejado de todo lo referente a su formación.

    Es cierto que, de alguna manera, en la diáspora se atenúan estas carencias. Pero definitivamente no es lo mismo. La raíz es una sola. Se logra paliar en algo, pero si escarbamos no demasiado dentro mismo del individuo, salta de inmediato ese sentimiento que es imprescindible en todo ser humano, y que gracias a ello se puede continuar manteniendo con cierta firmeza el nivel de identidad necesario para conservar nuestra identidad propia, aunque se esté lejos de la patria.

    Obviamente que a consecuencia de la despoblación física, Uruguay se encuentra como ya he dicho, en un retroceso desde el nivel poblacional especifico, lo que ha motivado un acercamiento entre el porcentaje de compatriotas residentes fuera de fronteras, y quienes estamos aquí. Así pues, la emigración puede superar el nivel poblacional. A fin de profundizar en este aspecto, y a la vez ir redondeando este capitulo, apelo nuevamente a la demógrafa Adela Pellegrino, insertando el siguiente reportaje realizado por el periodista Emiliano Cotelo desde su programa de CX 14 Radio El Espectador, “En Perspectiva” el día 17/7/2003.

    Antes deseo aclarar que, si bien ya se insertó otro reportaje a dicha demógrafa en paginas anteriores efectuado en esa oportunidad por el sitio de Internet La Onda Digital, resulta interesante apreciar en este caso, el dialogo generado entre la demógrafa y el periodista, más allá de algunas reiteraciones que se pueden apreciar entre ambos reportajes. Lo que trato de llevar a usted estimado lector, es la mayor cantidad de análisis e informes posible, con el propósito de conocer lo más en profundidad posible, esta realidad que nos acucia como sociedad, y a la vez, que esto sirva de prefacio al capitulo principal de este libro. Veamos entonces este no menos interesante reportaje.

 

“¿A partir de qué mediciones hace estas consideraciones? Porque usted advirtió que estamos hablando de una aproximación al fenómeno emigratorio”. A lo cual respondió lo siguiente:

 

    “Este es un tema muy sensible para toda la sociedad uruguaya, la prensa está muy ansiosa por esto, y es la primera precisión que debo hacer: no tenemos cómo evaluar cuantitativamente el problema. Lo único que podemos hacer es aproximarnos a él a través de algunas medidas que no necesariamente son las más adecuadas. Creo que el país debería hacer alguna tentativa de cuantificar y también identificar cuál es la población que se está yendo”.

 

    Desde ese punto de partida, se generó una entrevista que no tiene desperdicio alguno, y sobre esa base se originó a la vez un informe. Si bien ya se han publicado opiniones de la Dra. Adela Pellegrino en este libro, creo sumamente interesante su valioso análisis. Volvamos pues a la entrevista.

 

EC – Usted dice en estas declaraciones “Tenemos que saber quiénes son y qué motivaciones tienen las personas que se van para poder instrumentar políticas generales. Hoy ni siquiera tenemos un perfil global de los emigrantes. La última encuesta en profundidad es de 1982”. Y usted dice que ha consultado a las autoridades a propósito de por qué no se lleva a cabo estas investigaciones.

 
AP – No las he consultado precisamente, pero muchas veces hemos tratado por ejemplo de que se incluya alguna pregunta al respecto en la Encuesta de Hogares [del Instituto Nacional de Estadística]. Reconozco que es complejo medir migración internacional, porque es medir ausencias.

 

EC – Pero usted dice percibir que no hay voluntad política de saber lo que está pasando.


AP – Digo que es un problema muy importante y, si a esta altura no se instrumenta medidas, pienso que es porque no hay voluntad política, porque no hay dinero... Pero no creo que sea tan caro incluir una o dos preguntas en la Encuesta de Hogares que puedan mejorar la información que tenemos sobre el tema.


    Además, me resulta particularmente complejo el tema. Los periodistas me preguntan y me preguntan, tratando de entender lo que pasa y de informar a la sociedad sobre un tema tan importante, y lo que tenemos son aproximaciones.

EC – Concretamente, usted se está basando en los ingresos y egresos a través del Aeropuerto Internacional de Carrasco, y el movimiento que allí se origina.


AP – A los datos de estos últimos seis meses no los he visto todavía. Me los mostraron los periodistas de Búsqueda. Según esos datos, en este primer semestre habría un saldo negativo del movimiento de pasajeros...

EC – “De acuerdo a datos de la Dirección Nacional de Migración del Ministerio del Interior, entre enero y junio de este año partieron del Aeropuerto de Carrasco 114.064 uruguayos, e ingresaron 90.348”. Esa diferencia entre egresos e ingresos da 24.716, y –dice usted— es la aproximación más cercana al fenómeno migratorio.

AP – Claro. Tampoco se trata de que salieron tantos y entraron cuantos. Ese es el movimiento de pasajeros, y hay personas que pueden haber pasado la frontera muchas veces y están registradas cada vez. Lo cierto es que ese saldo es lo que más se aproxima para poder estimar el porcentaje que se esta originando en la emigración.

 
    Siempre es preferible consolidar el año, porque de esa manera se puede compensar ciertas estacionalidades de salidas y entradas; y cuando se consolidó el año pasado, ese saldo dio alrededor de 28.000 personas. Esa cifra es la que señalé como superior al crecimiento natural de la población, porque tenemos alrededor de 50 a 52.000 nacimientos anuales (los nacimientos también han bajado últimamente), y alrededor de 30 a 31.000 defunciones. Entonces, el crecimiento natural en menos de 21.000 personas por año y, si el año pasado tuvimos por el Aeropuerto de Carrasco una emigración de 28.000, el crecimiento de la población haber sido negativo el año 2002. De acuerdo a ello, es que realizo esta afirmación.

EC – Por otro lado, si comparamos las cifras del primer semestre de este año (2003) con las del año pasado, tenemos un aumento en la salida neta: 24.716 contra 19.990. El comparativo da 24% de aumento comparando primer semestre de 2002 contra primer semestre de 2003. Pero usted observaba que este primer semestre tuvo por demás, una serie de circunstancias y características especiales.

 
AP – Claro. Lo que dije fue que el anuncio anticipado desde que Estados Unidos iba a solicitar visa para ingresar es muy probable que haya apresurado muchas salidas; que la gente que ya tenía voluntad de irse adelantó su salida ante el anuncio de que después tendría serias y profundas dificultades.

EC – El gobierno de EEUU decidió en abril del 2003, eliminar la exención de visa que había otorgado a Uruguay, con el consabido perjuicio que ello ocasiona.

AP – A mediados de abril. A partir de ahí he leído de las compañías de aviación diciendo que había bajado sensiblemente la venta de pasajes a EEUU. Seguramente, se mantuvo el ritmo de traslados debidos a negocios, placer o turismo y el descenso obedeció a la gente que emigraba para trabajar.

EC – EEUU ha sido uno de los destinos de la emigración uruguaya.

AP – Sobre los destinos sabemos que EEUU y España eran los principales. Me parece que entre los jóvenes ha aumentado la expectativa respecto a Brasil.
Es una percepción de tipo cualitativo, que no puedo demostrar. Pero parece que el cambio de gobierno alentó a muchos a ver a Brasil con expectativa. Por otro lado, es cierto que Brasil es desde los años 70 un polo de atracción para emigrantes muy calificados.

 

    Si uno mira la emigración uruguaya y latinoamericana en Brasil de décadas anteriores, tiene un perfil alto en materia de nivel educativa, porque respecto a la investigación científica y a las universidades, Brasil tiene políticas de estímulo muy importantes. Eso lo hace atractivo como lugar de destino. En cambio, no es atractivo para la emigración no calificada, porque ellos tienen una oferta muy abundante de trabajadores en esos rubros específicos a través de los cuales se insertan.

EC – Se produjo la baja del flujo hacia EEUU, pero se mantiene España.

AP – Por lo que sabemos, la emigración en Uruguay y Argentina se orientaba sobre todo hacia EEUU y España en proporciones similares. En el resto de los países latinoamericanos, EEUU es el polo de atracción principal. Creo (es una hipótesis mía) que el hecho de que Argentina y Uruguay hayan tenido en el pasado una inmigración española importante facilita mucho ahora la emigración a ese país, porque la gente puede recuperar la ciudadanía de sus antepasados. Ese es un estímulo importante para la emigración, y que obviamente da y brinda una seguridad.

EC – Oportunamente desde el diario El País de Madrid informó que en 2002 ingresaron a España 22.038 uruguayos y sólo 1.410 salieron de España: más de 20.000 se habrían quedado en España o en general en Europa, utilizando a España como trampolín hacia otros países insertos  en la Comunidad Europea.

¿Se puede tener alguna aproximación en cuanto a edades de los emigrantes?

AP – No, porque la única información que tenemos, que es la de la Dirección de Migraciones, no permite ver muy claramente el tema de las edades. Hay sí una realidad universal: la emigración es un fenómeno juvenil: se da entre los 20 y los 29 años, cuando la gente elabora sus proyectos de vida y también cuando hay menos compromiso con el lugar donde se vive, pudiéndose insertar en el mismo.



    De todas maneras, este año estuve en New York y me dediqué a recorrer los lugares donde están los uruguayos, sobre todo en New Jersey.

EC – Una especie de “investigación de campo” que usted ha efectuado.

AP – Algo así: yo sola, tratando de interiorizarme un poco más sobre cómo viven. La gente me decía que es cierto que se van los jóvenes de Uruguay, que en estos momentos estaban llegando una muchachada impresionante. Había pueblos de New Jersey donde había carteles enormes anunciado bailes con “Los Fatales”, por ejemplo.


    Pero también me decían que va gente mayor, por ejemplo mayor de 40 años. Destacaban que en Uruguay es muy difícil conseguir un empleo después de los 35 años, en cambio en EEUU se valora la experiencia y para la mayoría de los trabajos la edad no es limitante cuando la gente se presenta a un llamado. Esto es importante, porque sabemos que el desempleo entre las personas mayores de 40 años es un tema preocupante en Uruguay. Eso era lo que me decían, y dicen, muchos compatriotas.

    También es cierto que hay muchos padres que, ante la emigración de sus hijos, a veces deciden acompañarlos; sea para apoyarlos pero también porque muchas veces encuentran algo en lo que iba a trabajar.

EC – Usted quería agregar algo.


AP – Sí. Yo soy demógrafa, y cuando ustedes me llaman para consultarme me cuesta mucho estar dando estas aproximaciones. Insisto en que realmente sería importante que el país volviera a hacer una encuesta de emigración. Creo que es un tema muy sensible para la sociedad uruguaya, que tenemos que saber mejor quién se está yendo, para poder saber algo más concreto a la hora de realizar balances y análisis de la situación creada y conformada a partir de estos parámetros sociales.


    Me parece bueno que la gente emigre si se trata de una experiencia transitoria, cuando implica incorporar conocimientos, habilidades, pero creo que el proceso que estamos viviendo es más de abandono del proyecto de país, y me parece preocupante. Por eso creo que deberíamos saber más para ver qué podemos hacer en materia de políticas para tratar de frenar esta sangría, como he dicho en otra entrevista, desde  esta dirección, y así poder plantear soluciones más especificas”.

    Desde este reportaje se puede apreciar de nuevo, la importancia que tiene de hecho, la problemática del bajo nivel poblacional, que se ve seriamente agravada dentro del marco contextual del proceso migratorio. Cual si fuese una operación matemática, expreso que a mayor migración, menor tasa de crecimiento. Salvo excepciones, los que parten son jóvenes en edad productiva, tanto económica como poblacional. De ellos precisamente depende el alta o la baja en ese nivel. Evidentemente que se nos presenta como sociedad, otra consecuencia muy grave como lo es la baja natalidad, acerca de lo cual ya me explayé oportunamente, pero que aquí vuelvo a mencionar como forma de comentario, dada la interrelación entre los niveles poblacionales existentes tanto dentro de fronteras como fuera de estas. Vale decir en la diáspora.

    Asistimos entonces no solo al deterioro especifico, sino a apreciar que el constante flujo migratorio, puede conllevar a que el índice poblacional disminuya en nuestro país y aumente en la diáspora. Ya sabemos la única forma, y por consiguiente posibilidad, de revertir esta situación.

    Lo expresé en paginas anteriores, que entre el material que he ido recopilando, se encuentran no solo enriquecedoras experiencias, sino que además estas se traducen en excelentes informes que nos ayudan no solo a comprender la realidad por la que atraviesan los miles de compatriotas que se encuentran en esa diáspora Uruguaya, sino que, a la vez muestran el panorama al cual están enfrentados, pintándonos desde su perspectiva como es el entorno, o mejor dicho en este caso el contorno. Conocimiento se  necesita para impartir sendas y contundentes señales de ayuda, de aflicción por no estar en el país.

    A veces, dichas referencias convocan a la reflexión para tratar desde nuestro humilde puesto, poder ayudar a que ellos no se sientan solos en ese inmenso hábitat no muy hospitalario por cierto. Pero también estas historias nos pueden hacer remover las raíces más hondas de nuestro espectro sentimental. Podemos incluso llegar a sentir congoja, aunque no tengamos parientes en la diáspora. Sin embargo, todos poseemos conocidos, amigos que se han ido. Que tuvieron la necesidad casi imperiosa de irse.

    Es entonces toda esa gente la que nos traza desde sus vivencias, lo que nosotros desde aquí no logramos casi percibir, por estar inmersos en nuestros propios problemas diarios. Quizá incluso para no tener que hacer lo mismo que ellos hicieron: Emigrar.

    Por que muchos de nosotros, quiérase o no, sentimos miedo, temor profundo a tener que abandonar todo esto. Como he dicho, somos mayoritariamente conservadores. Nos asusta el cambio. Se nos educó, se nos formó de este modo, y si cambiamos, es porque desde nuestra visión no da para más. Y luego llega el arrepentimiento, o una forma de él. Así me lo manifestó Gabriel desde Cuba. “Es una experiencia maravillosa, muy enriquecedora. Pero tengo que pagar un alto precio.”

    Y no es para menos. Gabriel no se tuvo que ir ni por cuestiones políticas ni económicas. Gabriel se desempeñaba aquí como agente de viajes. En uno de los tantos viajes que hizo, le tocó como destino la Isla caribeña. Allí conoció a Maribel, quien por ser de dicho país y tener evidentemente toda su familia, le hizo quedar. Aquí están los otros afectos de Gabriel. Pero por el momento, el panorama quedará incambiado.

    Sin recurrir a los parámetros normales que configura cualquier proceso migratorio, con el ejemplo precedentemente citado, nos hallamos ante un componente novedoso por el cual el individuo debió ingresar y formar parte de la diáspora. En infinidad de ocasiones tuvo que atender a personas que adquirieran pasajes, y jamás se le había cruzado por la mente el irse. Las circunstancias se dieron de esa manera, y así pues convive él también como un emigrante más.

    El fenómeno transcurre, se desarrolla de manera vertiginosa. “Cada día se van más” reza una frase ya hecha, ya conformada desde hace cuarenta años aproximadamente, cuando comenzó a gestarse el primer proceso migratorio del siglo XX. Se pensaba que era pasajero. Que en algún momento, quienes se fueron bajo esas circunstancias de orden político podrían volver, porque la esperanza estaba depositada en ese contexto. Luego de algunos años, el panorama sombrío que se expandía en nuestra sociedad de la época se aclaró, y quienes quisieron pudieron volver encontrando un país diferente al que dejaron. Un país transformado total y plenamente. La “Suiza de América” había desaparecido del mapa. Se habían creado otras estructuras social y económicamente. El cimbronazo que sacudió e hizo temblar los cimientos sociales fue muy fuerte, y tras él quedaron secuelas que se quisieron ocultar, no subsanar, pero no se logró.

    Situándonos en ese momento de la historia reciente de nuestro país, nos encontramos que, ante el numeroso contingente que se iba, se acuñó una frase, una de las tantas que el popular denominador de la gente creaba en un intento de poner un tono humorístico o sarcástico a la dramática situación por la cual se estaba atravesando. Es evidente que el creativo imaginario de la gente es inmenso, rico, y muy proficuo al saber tomar e ingresar en su real y verdadera dimensión frases contextuales, mediante las cuales (muchas veces entre líneas) se aprecia la situación conflictiva, por la cual se está atravesando. Dicho modo de expresión, hacen sintetizar no solo la situación en si misma, sino que además hacen apreciar el estado colectivo o individual por el que se está pasando. Oficia a la vez como si fuese una válvula de escape y de manifestación crítica de lo que no queríamos que sucediera.

    Concretamente me refiero a la frase “El ultimo que se vaya, que apague la luz.” Como se recordará, en su momento adquirió enorme popularidad trascendiendo el tiempo hasta hoy mismo, donde tiene una vigencia enorme pero de manera más atenuada.

    Tal como he dicho, por esa época convulsionada y turbulenta, los países de destino de mayor confluencia eran Suecia, Venezuela, México, Argentina y Australia en donde se conformaron las primeras colonias de Uruguayos.

    Precisamente desde Sydney, a través de Informe Uruguay, el Sr. Walter Amaro tomando como titulo la referida frase, realiza un análisis de la situación migratoria, haciendo un paralelismo con lo sucedido hace treinta y más años. He aquí el texto de este enfoque.

 

       “Lamentablemente el aumento de la emigración de uruguayos hacia el exterior vuelve a ser noticia. Este fenómeno, que lejos de ser una novedad, vuelve a reiterarse, refleja la triste situación por la que atraviesa el país.

    Las cifras estiman que la edad de los emigrantes uruguayos oscila entre los 20 y 29 años, aunque destaca que en los últimos años el desempleo provocó el aumento de pobladores mayores de 40 años que abandona el país y que usualmente lo hace junto a su núcleo familiar. El informe nos recuerda una serie de vivencias que afectaron a millares de nuestros hermanos a través del tiempo. Podríamos enumerar un sin fin de motivos que obligaron al uruguayo a buscar nuevos horizontes, variando su destino de acuerdo a la oportunidad de emigrar en su momento. Lamentablemente, como bien se indica en el estudio, las estadísticas no guardan registros para cuantificar este arcano fenómeno. Lo que si podríamos estimar, y a grandes rasgos, es la cifra de uruguayos en Australia, y tampoco en este caso, existe una certeza.

    De todas formas es lamentable esta coyuntura utópica, donde la mano de obra especializada o profesional, luego de originar costos educacionales en nuestro país, termina siendo absorbida por otros sin ningún tipo de inversión, por la simple falta de oportunidades en territorio nacional. Y lo que es más lamentable, es el ver como nuestros hermanos se alejan sin tener en nuestras manos las herramientas necesarias para detener este flujo emigratorio de gente joven hacia diferentes destinos en el mundo.

    ¿Se imagina cuantos de nosotros, emigramos por motivos similares? No quiera ni pensarlo. Pero, paradójicamente, las cosas no han cambiado mucho que digamos. Como quien no quiere la cosa, nuestras maletas todavía no fueron desempacadas porque pensamos que la vuelta se produciría en poco tiempo; si es que cabe la metáfora. Sin embargo han pasado ya más de treinta y cinco años y todo sigue igual; o peor. ¿Qué sucede con la dirigencia política en Uruguay? Nos cuesta aceptar que no se pueda delinear una estrategia que nos permita salir del pozo de una vez.
    ¿Es que acaso la fuga de cerebros es mayor de lo pensado? ¿O será tal vez que los viejos caudillismos partidarios, comprometidos con determinados intereses, obstruyen el paso de figuras con iniciativas y capacidad para manejar situaciones de crisis?

    El punto es que más allá de sentirnos impotentes y francamente doloridos ante esta situación de nunca acabar, poco podemos hacer desde tan lejos. Es más, a veces tememos levantar la voz por no ofender a nuestros hermanos en el territorio, sabedores de todos sus sufrimientos y pesares.

    Y como quien no quiere la cosa, seguimos siempre atados al consuelo de pensar que las cosas cambiarán alguna vez. No obstante, muchos ya se han hecho a la idea de echar raíces en este suelo debido a que el paso del tiempo no sólo ha erosionado nuestro optimismo, sino que además, nos ha quitado fuerzas como para seguir combatiendo con posibilidades.

    Pero siempre queda algo positivo de por medio. Algunos de esos jóvenes valores que en algún momento se vieron obligados a emigrar, en este caso por razones de persecución política, edificaron su futuro en este país con brillantes oportunidades. Tal es el caso de Telmo Languiller, joven montevideano que en estos momentos es el único miembro del Parlamento del estado de Victoria, Australia, y ayudante de la ministro en las áreas de Justicia Juvenil, Protección a la Infancia y Asistencia a Discapacitados. Es además motivo de orgullo de nuestra comunidad por ser el único parlamentario de habla hispana en el país y por sus orígenes uruguayos.

    Telmo es una figura ampliamente respetada dentro de nuestra comuna y cuenta además con el total respaldo del electorado australiano, elementos que no sólo lo elevaron al sitial que representa, sino que por sobre todo, le afirman con mayor propiedad en el ámbito político nacional.

    Paradójicamente, Telmo no ha sido invitado nunca a visitar el Uruguay en forma oficial, lo que ofertaría la posibilidad de cambiar expresiones sumamente provechosas dada su rica experiencia personal en las áreas citadas”.

 

    En estas líneas se puede resumir sin duda, lo que se expresó hasta el momento en este libro, pero lo que es más importante es el hecho de estar narrado por un compatriota que tuvo que vivir los dos procesos migratorios, pudiéndoles comparar, aunque en la realidad, en la esencia misma se produce y origina lo mismo desde lo hondo y profundo del ser.

    Asimismo, comprobamos que los Uruguayos si nos lo proponemos desde luego, tenemos capacidad suficiente para desempeñar fuera de fronteras, actividades de indiscutido peso dentro de la organización de otras sociedades. Aquí se pone de ejemplo a Telmo por estar insertado en la sociedad Australiana, pero evidentemente hay muchos compatriotas en la diáspora que se caracterizan por sobre salir, y ponen a nuestro país en una importante situación frente al mundo, haciendo conocer mediante sus cualidades respectivas a Uruguay. Esto se dio mayormente desde los años 60 y 70, donde el panorama migratorio era otro como consecuencia del motivo que lo ameritaban.